miércoles, 1 de julio de 2015

La Golondrina

Tenía la ceja encorvada
El muchacho que apenas
Lloraba por las calles
La sonrisa por bandera
La importancia del saludo
Unos buenos días
Y la cartera a buen recaudo

Miraba hacia delante
Gesto ameno, vista clara
Ojos negros y piel manchada
Entre huecos desaparecido
Suspiraba

Los pies al suelo con las bambas
Pisada firme, sosegada
Manos de aceitunero
Y frente pensativo
Se callaba

Recogía con humor, lo aires
Las ganas de vida que la alergia
A veces traba, pero reía
Como un niño, como un perrillo
Contando esquinas

Sacaba el alma, la entregaba
Tal vez con ligereza
No importaba.
Como no iba a dar
Si siempre recibía

Las arrugas en la comisura
Se notaban, cada vez más
Cada vez, con más lejanía
Daba igual…
Se escondía

Las aceras, se ensanchaban
Y todo parecía obtuso
Grande, incorrecto
Incierto hasta la médula
 Vacío de sentido y condimento
Se asustaba

El miedo agarrotaba cada hueso
Cada músculo quebraba
Primero el gesto, luego el tiempo
Los pasos que seguía terminaban
Y se perdía
Se marchaba

Echaba de menos los recuerdos
Las salivas, las guitarras
Las cenefas de la sala
Donde comía con amigos,
Donde amaba
Se reía

Las oscuras plazuelas
Los barros amontonados,
El descanso del guerrero
Y la miel de las colmenas
Se ceñían
Se agotaban

Los quereres comenzaron
A dormir en las cornisas
Y ese pájaro, el de Gustavo
Esa golondrina que venía
Se marchaba

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