Tenía la ceja encorvada
El muchacho que
apenas
Lloraba por las
calles
La sonrisa por
bandera
La importancia del
saludo
Unos buenos días
Y la cartera a buen
recaudo
Miraba hacia delante
Gesto ameno, vista
clara
Ojos negros y piel
manchada
Entre huecos desaparecido
Suspiraba
Los pies al suelo con
las bambas
Pisada firme,
sosegada
Manos de aceitunero
Y frente pensativo
Se callaba
Recogía con humor, lo
aires
Las ganas de vida que
la alergia
A veces traba, pero
reía
Como un niño, como un
perrillo
Contando esquinas
Sacaba el alma, la
entregaba
Tal vez con ligereza
No importaba.
Como no iba a dar
Si siempre recibía
Las arrugas en la
comisura
Se notaban, cada vez
más
Cada vez, con más
lejanía
Daba igual…
Se escondía
Las aceras, se
ensanchaban
Y todo parecía obtuso
Grande, incorrecto
Incierto hasta la
médula
Vacío de sentido y condimento
Se asustaba
El miedo agarrotaba
cada hueso
Cada músculo quebraba
Primero el gesto,
luego el tiempo
Los pasos que seguía
terminaban
Y se perdía
Se marchaba
Echaba de menos los
recuerdos
Las salivas, las
guitarras
Las cenefas de la
sala
Donde comía con
amigos,
Donde amaba
Se reía
Las oscuras plazuelas
Los barros
amontonados,
El descanso del
guerrero
Y la miel de las
colmenas
Se ceñían
Se agotaban
Los quereres
comenzaron
A dormir en las
cornisas
Y ese pájaro, el de
Gustavo
Esa golondrina que
venía
Se marchaba
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