Despertó la sombra
una mañana
Sin reconocer su
rostro en el espejo
Tocó su cara y a tientas siguió los gestos
Que marcaba su tez
oscura, profunda
Suspiró, el aire se
escapaba sin aliento
La caverna infinita
de sus ojos miraba
Sin mirar, buscando,
excavando hasta atravesar
El cristal que le
absorbía, no había nada
Nada había detrás.
Se mesaba los
cabellos con desgana
El enredo, antaño
largo y caótico
Como una cascada de
alquitrán
Se agotaba, como las
bobinas
Desgastadas y oxidadas
Apenas luchaba por
salir a flote
Una cresta gallitera venida
a menos
Los músculos se
tensaban, no por fuerza
Más bien era el
rancio devenir diario
Acostumbrado a
sujetarse como vara
En unos huesos
desvencijados
La costumbre, curiosa
palabra
Que como adverbio se
medita
Y se acicala junto al
verbo
La acción de la costumbre
Servidumbre de un
estado
Ante la falacia de
las horas
De los días con los
meses
De la vida que se
pasa, y que se muere
Mantenía los pies en
el suelo
Hasta los poros se
calaban en la suela
Las arañas se
escondían tras la esquina
Y al sonido del
severo que rechina
Se apartaban del
pasillo por donde andaba
Con fatiga llegó al
final de la vivienda
Donde la alacena se
unía con la fogata
Y allí, descompuso la
sonata necesaria
Para llenar el gusto
de un par de horas quemadas
Con furtiva
ignorancia, echó un vistazo al balcón
Los caminos, las
personas, los árboles, las casas
Se cruzaban, al
principio parecía que la matemática
Guiaba cada palmo de
la escena,
Poco a poco, la
ciencia exacta se desvanecía
Y solo la ignorancia,
persistía en la desgana
Del discurrir de
aquel teatro
Demasiados versos
compuestos
Se dijo para dentro,
y claro
Como no iba a querer
aprender su papel
La vida así, era más fácil,
La hormiga camina y
camina sin sentido
Pero con una función
más que organizada
Es mucho más sencillo
Tomó la puerta que
daba a la calle
Y precipitándose por
el ascensor
Calló con los ojos entreabiertos
A unas líneas de
nazca sin corazón
Respiró el aire, más
que aire aliento
De otras personas,
que se mezclaban
Se contenía y se
apartaban expulsando
Cada sueño atrapado
en el portal
El peso de las nubes
silenció
El sonido del
soliloquio que asestaba
Cada cual con su
papiro
Cada cual con su
veleta
La manzana se podría
y el olor
Le devoraba como los
gusanos a la mierda
“Si esto es lo que
nos venden como vida
Casi prefiero pedir
un alquiler a la muerte”
Pero no se atrevía,
el camino ya se veía
Ante sus piernas y
las baldosas amarillas
Continuaban y
continuaban hasta la meta
No le dejaban parar
de andar
Ni siquiera oler las
flores de la senda
Que ligereza es
afirmar que no se puede
Mientras las hierbas
se giran al pasar
Los anhelos son como
las ratas
Imposibles de
erradicar,
Como imposibles
mequetrefes que se levantan
Una y otra vez
Vuelve a la niñez, a
la inocencia interrumpida
Al tiempo en que los
sueños
Eran eso, solo sueños
nada más
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