De quien escribe por
necesidad
De que el ego, entra
en segundo plano
Y muchas veces basta,
sin mirar
El rato muerto que
completa el zángano
De que no es el hecho
de juntar las letras
Lo que mueve el
teclado, los dedos
El martilleo
constante que cliqueas
Los que persigue mi
voluntad, mi ánimo
De que en más de una
ocasión, sin previo aviso
La pantalla, queda en
blanco y se improvisa
Las mieles de un
recuerdo ambarino
El temblor, el miedo,
la perspectiva
De que la musa
aparece como extraña
Y te susurra, y la
echas fuera, estás ocupado
Estas confundido en
la maraña
Que recuerda al susto
y al asustado
De que quisieras que
la musa te escribiera
Te calmase, una
caricia, un beso
Una mano rozando el
aparato de un gimnasio
Un lamento, una
huida, un te quiero
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