viernes, 20 de junio de 2014

OLVIDO DE GODARIA - IRA - CAPÍTULO VI



         CAPÍTULO VI
-Vamos a ver, vamos a ver que yo lo entienda- comenzó a relatar cansino el Cabo Primero Quintilo al preso que tenía sentado frente a sí, en una de las salas del Cuartel junto a la plaza-  Osea Nauj, que abren la puerta, puerta que estaba cerrada y que tuvieron que tirar de un patadón, y se encuentran a tu padre, tirado en el suelo, con una soga al cuello, todo lleno de sangre y a ti con un cuchillo en la mano… y me dices que no sabes que pasó –dijo irónico- Tu mujer no sabe cuándo te levantaste y también te vio de la misma guisa, pero sigues repitiendo que tu padre ya estaba así cuando bajaste –sentenció.
-Yo… las perras… ladraron, pero yo… -dudaba entre sollozos tratando de apartar las lágrimas que le caían cara abajo con las dos muñecas apresadas bajo un aro plantado en la mesa- Yo creía  que ladraban por mi padre… no le conocen y son muy nerviosas…. Me desperté… por estaba teniendo un mal dormir… yo… comenzaron a ladrar y bajé –suspiró tratando de serenarse- La puerta no se abría, habían atado la cuerda al pomo…
-¿Quiénes?-Preguntó Quintilo- ¿Quiénes según tú cortaron la cuerda?
-No lo sé, joder, Quinti, por Dios… yo no he sido joder… joder… joder… -agachó la cabeza y murmuró improperios para si- sé que mi padre nunca se ahorcaría… por Dios… tu sabías quien era…
-Yo lo único que sé es que todo apunta a que alguien trató de que pareciera un suicidio y como no pudo con el peso de tu padre se acobardó y le asestó dos puñaladas y que tú –matizó-  estabas en medio de todo aquello sin pruebas de lo contrario.
-No… no… no… -repitió acelerado- no he sido yo, por Dios, como iba a hacer eso… no, no, esto es una broma pesada, no puede estar ocurriendo –se derrumbó y volvió a llorar.
-A ver Nauj, sabes que te tengo aprecio- trató de apaciguar- y todos entenderíamos lo que pasó sabiendo cómo era tu padre, pero tienes que contarme lo que pasó.
-Sé que no terminé muy bien con mi padre… -se lamentó- pero de eso hace ya dos años, por Dios, no tiene sentido, era un hombre bruto, pero no era malo, por favor, esto… esto no puede estar pasando…
-Céntrate Nauj, muchacho, cuando, según tú –apuntilló- abriste la puerta, que viste?
-De primeras no vi nada, estaba todo a oscuras, la lumbre estaba casi apagada, pero las perras salieron disparadas para la cocina y juraría que algo se movió por allí…
-Por allí, por dónde, por la cocina?
-Si, por la puerta, no… -dudó y le costó encontrar las palabras- no lo sé, yo creo que vi a alguien escapándose, y las perras…
-Nadie vió a las perras correr hacia la cocina, estaban a tu lado y al lado de tu padre cuando llegamos.
-No… pero eso pasó justo cuando pude abrir la puerta.
-¿La puerta no se abría?
-No… tenía un peso… joder… -respiró hondo- el peso de mi padre impedía que se abriera y cuando pude entrar… solo vi a las perras salir flechadas para la cocina… es cuando vi el cuerpo de mi padre en el suelo en un charco de sangre y… el cuerpo se me descompuso… no sé muy bien qué coño pasó ni cuánto tiempo tardó en bajar Sherae, ni cuando abrió la puerta los vecinos… solo sé que traté de taponar las heridas y que aquello no paraba de sangrar y que ya no respiraba y que… -volvió a derrumbarse y a llorar amargamente-
-Vale, vale… muchacho… -dio unos segundos de pausa- ¿Dónde tenías el punzón?
-¿El punzón, qué punzón?
-El arma Nauj, como no me ayudes va a ser peor… trata de estar aquí, esto es por tu bien.
Esa última palabra sonó como un resuello entre las cuatro paredes de aquel cuadrado de ladrillo de piedra, de techo bajo y poca luz que entraba por una pequeña ventana con barrotes haciendo esquina con el techo.
-Yo… yo… -vaciló- estaba junto a mi padre… yo… lo cogí y no sabía muy bien qué era y entonces…
-Le apuñalaste… -sentenció Quintilo-
-No –replicó con incredulidad-
-Sí… Nauj, tuviste una bronca con tu padre. El cabrón te iba a echar de su casa con todo lo que habías trabajado en ella y como no querías que te pilláramos y sabías que algunos se habían quitado la vida igual, intentaste ahorcarle…
-no, no, no… -giraba la cabeza mientras continuaba negando.
-…. Y como no podías con su peso porque eres un debilucho de mierda te acobardaste y le rajaste el estómago…-Calmó sus ánimos para observar la reacción del muchacho- Si, Nauj, te has cargado a tu padre y ahora quieres escurrir el bulto
El muchacho, seguía repitiendo para sus adentros sucesivos noes sin mirar a Quintilo, incapaz de levantar su ánimo y defenderse con mayor coherencia.
-No he sido yo… No he sido yo… -se repetía
Las bisagras de una puerta desvencijada, chirriaron al abrirse, tras Quintilo. Un agente joven, con aspecto aseado, bigote fino y pelo corto perfectamente peinado entró en la habitación y susurró al oído del Cabo “déjame un rato con él, a mí no me conoce”. Quintilo, se marchó sin mediar palabra alguna volviendo a cerrar de nuevo la ruidosa puerta. El joven oficial, de mayor rango que aquel que acababa de marcharse, vestía el mismo color marrón oscuro y el mismo cinturón ancho negro de hebilla dorada que caracterizaba a la Guardia Ciudadana. Salvo por los galones cosidos en sus hombreras cualquiera hubiera dicho que aquel muchacho era un novicio que acabara de entrar en la Guardia.
Con movimientos tranquilos, se sentó frente a Nauj, con una carpeta de cuero que abrió mostrando unos escritos de letra larga y fina.
-¿Cómo estás Nauj?, ¿Te apetece algo? ¿Agua, vino? ¿Quieres comer algo?...
-¿Usted también viene a decirme que he matado a mi padre? 
-No, solo vengo a esclarecer lo que ha pasado, y…-pasó algunas hojas mientras hablaba- me tienes que ayudar Nauj…
-¿A qué? –Interrumpió- Yo no sé nada, solo sé que a mi padre lo han matado y que me estáis culpando a mi…
-Me llamo Jeraim, Sargento Primero de la Comarca Nororiental de Antiquarea, contestando a tu primera pregunta, no… no estoy aquí para culparte de nada, salvo que tú, por voluntad propia admitas haber hecho lo que en este informe se detalla…-lamió ligeramente la yema del dedo índice y pasó algunas páginas más- y con respecto a la segunda, necesito que me ayudes, respondiendo tan específicamente como puedas a un par de preguntas que te voy a formular –hizo otra pausa esperando reacción por parte del crío que tenía enfrente- ¿Quieres un poco de agua?.
-Si por favor…
-Cabo… -gritó en dirección a la puerta. Al instante el Cabo Primero Quintilo apareció- Tráiganos un poco de agua y de vino.
-A sus órdenes Sargento –se cuadró y cerró la puerta marchándose con pasos prestos a través del pasillo que llevaba a las escaleras de subida de la primera planta del cuartel.
-Quintilo es un buen agente, ¿verdad? –Preguntó a Nauj- es brusco, pero está tratando por todos los medios de ayudarte, no lo olvides, eres paisano suyo y la patria chica ofusca mucho –aguardó algún tipo de respuesta, pero el muchacho mantenía su cabeza baja, casi de forma sumisa- ¿Cómo acabaste en este pequeño pueblo Nauj?
-Conocí a mi pareja hará unos años, y cuando volví decidí quedarme con ella…-contestó entre sollozos.
-¿Sherae Bartarez?
-Si –respondió escuetamente.
-¿Por qué decidiste quedarte?
-No… no lo sé… -dudó- fue por varias razones supongo…Quería salir de mi casa, Sherae me gustaba, quería conocer mundo, no lo sé… joder… ¿qué importa por qué me fuera de casa?
-Importa porque según los vecinos, la pelea entre tu padre y tu giró en relación a ello.
-¿Qué pelea?... solo nos dijimos cuatro cosas, como siempre, no se alzó la voz siquiera…
-¿Estás seguro?, entonces por qué la gente se enteró de toda la disputa.
-Porque en este pueblo son unos cotillas, entiende… y por un segundo levantó con ira la mirada buscando a su interlocutor.
-¿Entonces no niegas que pudieran oír lo que hablasteis? –Mientras hablaba tomaba apuntes con su delicada escritura en unos papeles amarillentos perfectamente encuadrados.
-Imagino que pudieron escuchar alguna cosa, pero es imposible que se enteraran de que iba la obra –contestó con algo de duda en la gesticulación de las manos
-¿De qué hablasteis tu padre y tú? –en ese momento, dos golpecitos secos precedieron a la apertura de la puerta de la sala de interrogatorios.
-Señor –se volvió a cuadrar Quintilo, con una bandeja con vino y agua y dos vasos de metal- ¿Se puede?
-Sí, cabo, déjelo aquí –señaló al pico más cercano de la mesa
-Con su permiso –apoyó la bandeja y volvió por el mismo camino.
-¿Cabo Quintilo? –alzó la voz llamando la atención al Agente.
-Sí, señor
-Hay que cuadrarse antes de salir de una sala en la que hay un superior.
-Sí, señor, -volvió a cuadrarse- con su permiso señor –y se marchó con gesto avergonzando pero molesto.
-Hay que se estricto con la disciplina, no crees Nauj –pronunció sin mirar a su entrevistado mientras llenaba de agua los vasos.
-Usted sabrá… -contestó con brusquedad
-¿Cómo era tu padre, Nauj? –continuó tras dar un sorbo de su vaso
-¿A qué se refiere?
-¿Era estricto?, Ya sabes… chapado a la antigua, cerril y cabezón con sus ideas y nada más que sus ideas… -enfatizó
-Era un buen padre, si es eso lo que pregunta... –y tomó su vaso y bebió- tenía sus cosas como todo hombre que ha vivido los tiempos suyos pero no me oirá decir que era malo con sus hijos.
-Pero…-leyó de unas hojas que buscó- ¿“os peleabais a menudo”?
-No
-Eso no es lo que dice Sherae.
-Ella me ha escuchado a mi exagerar de cuando en cuando –aspiró los mocos que le caían de la nariz- no vivió en Selana conmigo y no puede tener más idea que la que yo le pude dar.
-Entonces no os peleabais
-Como cualquier padre con su hijo… -hizo una pausa sopesando cada palabra que decía- nunca como para matarle.
-Pero si para que te marcharas de Selana –su gesto invariable ni siquiera enfatizaba cuando creía encontrar contradicciones en la historia.
-Eso es otra historia y no sé a qué cojones viene… ya me estoy cansando… Quiero ver a mi mujer y largarme a mi casa para poder enterrar a mi padre… ¿entiende? –la sumisión dio paso al enfado y el enfado comenzó a convertirse en irritación.
-Tiene que ver, muchacho, con que queremos saber cuál era la relación que mantenías con tu padre para poder descartarte como sospechoso…-hizo una pausa- y a su pareja… -el tono varió- porque no están casados tengo entendido, la verá en cuanto terminemos si es que ella quiere verle, por supuesto –apuntilló.
-¿Por qué no va a querer verme? ¿Qué cojones le han dicho? ¿Qué…? –Mientras preguntó el ánimo se le fue encolerizando hasta el punto de levantarse de la silla para acercarse al sargento.
-Nauj, por favor siéntate… Ella también ha sufrido y no sabe muy bien qué pensar, date cuenta que te vió con el punzón en las manos y empapado en la sangre de tu padre justo después de la pelea… contigo y con ella, no lo olvides –remarcó.
-Pero ella me conoce… sabe que soy incapaz de…
-La Señorita Sherae Bartarez, no tiene tan claro que seas inocente y es comprensible, acéptalo. Cuanto antes terminemos, antes podrás dar las explicaciones oportunas a tu “mujer”. ¿Estás de acuerdo? –alzó la mirada de los papeles.
-Mire… por favor… todo esto es un error… yo solo bajé a ver qué pasaba y me encontré a mi padre tirado… le he dicho a Quintilo lo que vi… lo del hombre de la cocina… estaba  ayudando a mi padre y vi el dichoso punzón… joder… solo lo cogí porque no me di cuenta de lo que era… por dios… esto no puede estar pasando… -se frotó las sienes con mayor incredulidad
-Tranquilízate Nauj, haz un esfuerzo… -se detuvo un segundo- ¿Sobre que versó la conversación con tu padre?
-Desde que me vine aquí, ha estado molesto conmigo, allí estaba estudiando, tenía un futuro. Según él, podía haber entrado en el ejército como médico o haber seguido de buhonero con él por las ciudades, y cómo decidí venirme a su tierra por una chica, nunca me lo perdonó…
-Continúa –hizo ademán con la mano
-Cuando di la noticia en mi casa de que me venía, mi madre se lo tomó muy mal, aunque fue más comprensiva, ya sabe… las madres –trató de relajar la tensión- pero mi padre no se lo tomó igual. Tuvimos una discusión fuerte y al final me fui antes de que llegara a mayores. Después bajé como pude hasta aquí, uniéndome a alguna caravana, ayudando con medicamentos simples, me especialicé en botánica, ya sabe… -miró a Jeraim- conozco las plantas y se cómo usarlas para curar algúna que otra dolencia, no como los médicos pero no se me da mal… así es como llegué, hará algo más de dos años.
-Prosigue Nauj, te escucho
-El caso es que cuando llegué no tenía donde quedarme y el señor Bartarez me prestó una habitación en el pajar, ya sabía lo mío con su hija e imagino que aunque no le gustaba demasiado, se apiadó de mí, pero claro… -se sobrepuso con orgullo- no podía permitir que su padre nos mantuviera, no podía ser… y decidí buscar cualquier trabajo que me saliera.
-¿Qué trabajos ejerciste?
-Lo primero que hice fue visitar al médico, un hombre mayor que murió el año pasado, el doctor Guido, y como el hombre no veía bien, estuve echándole una mano un tiempo con sus potingues, pero cuando se puso tan malo ya no podía hacer nada y tampoco podía decir que le ayudaba porque o bien me multaban por ejercer sin título o lo que hubiera sido peor, que hubieran empezado a decir que se murió por mi culpa, que no sería la primera vez que escucho cosas descabelladas sobre cualquiera. Luego trajeron al muchacho éste, el que tiene su edad –señaló al Sargento- y se me acabó por completo cualquier ingreso –esperó a ver algún gesto por parte de su interrogador pero éste ni se inmutó- Tengo un tío, un hermano de mi padre, Zednik, a lo mejor le conoce, vive por detrás de la ermita –giró su cabeza señalando al sureste de la habitación.
-No tengo el gusto, pero no te preocupes, seguro que lo confirmamos… que pasó entonces.
-El caso es que pedí ayuda a mi tío, y él me consiguió trabajo con los Rubín y me dejó las llaves que guardaba para echar un vistazo a la casa de mi padre para que me quedara hasta que diera el visto bueno, pero me pidió que le escribiera y le pidiera disculpas a cambio, que “aquello no estaba bien”. Y como estaba desesperado, lo hice. A las pocas semanas, recibió la contestación y me dio permiso, pero fue muy escueto, con lo que entendí que vendría a ajustar cuentas tarde o temprano…
-¿Y lo hizo?
-No hasta ayer.
-Y en tiempo, ¿De cuánto estamos hablando?
-Dos años
-Bien… -pasó otra página y continuó escribiendo- ¿Tuviste contacto con tu padre de alguna forma en esos dos años?
-Ninguno, se por lo que me dijo anoche mi padre que mi tío Zednik si le escribía regularmente y le informaba de cómo me iba, pero yo por su parte no recibí nunca nada.
-¿Cuándo se mudó Sherae contigo, Nauj?
-Al poco de recibir la contestación.
-¿Y qué tal os iba?
-Bien, nos faltaba dinero como a todos en estos tiempos, pero dentro de lo que cabe, bien.
-¿Esa falta de dinero no te cambió el carácter, no discutíais más a menudo ni nada por el estilo?
-¿Qué está insinuando?
-Yo nunca insinúo nada, Nauj, solo pregunto y saco conclusiones… -buscó la mirada del muchacho.
-No… no nos peleábamos más, es decir, teníamos nuestras discusiones, pero nos queremos, joder, que se piensa que soy un zumbado que maltrata a su mujer y luego mata a su padre, por Dios, esto no tiene ni pies ni cabeza… joder, joder.. –comenzó a desesperarse.
-¿Entonces no te cambió el carácter?
-No… mire… no sé lo que le habrá dicho Sherae, pero lo único que me pasa es que vengo reventado de trabajar y a veces puedo alzar la voz más de la cuenta, pero joder, que yo no he hecho nada, ¿es tan difícil de entender?
-Vamos a ver Nauj, yo no he venido a juzgarte, estoy para ayudar, a ti y al pueblo, y tienes que seguir contestando…
-Esto no puede estar pasando, es imposible… -bajó la voz y volvió a esconder la cara entre las manos.
-Nauj, escúchame, ¿Alguna vez has levantado la mano a Sherae?
-No –respondió anodino
-¿Te has cabreado tanto como para pensar en pegarla?
-No… por dios, por dios –murmuró
-¿Anoche sentiste ganas de atacar a tu padre?
-No, no y no… joder… me fui a la cama en cuanto se puso tensa la conversación… joder
-Los vecinos escucharon a tu padre decir –y buscó en una de las hojas sueltas que componían el informe- “Levántale la mano a tu padre si tienes huevos”. ¿Es cierto?
-No… es decir… si –vaciló- pero fue cuando me subí a dormir, se lo puede decir Sherae, ella me cogió del brazo y me dijo que nos subiéramos –y un atisbo de luz destelló en sus ojos marrones.
-Cuénteme lo del hombre que vió en la cocina.
-No sé lo que vi, tiene que creerme, vi o más bien intuí que allí había alguien cuando las perras salieron disparadas ladrando, pero no se veía bien, además… alguien tuvo que colgar y asesinar a mi padre.
-Pero no pudo verle, entonces
-No, pero estaba allí seguro.
-¿Cerró la puerta que daba al Patio?
-Si… es decir, creo que sí –trató de hacer memoria.
-Explícate
-Poco antes de irme a dormir salí a por agua del pozo para lavarme y cuando volví a dejar las cosas cerré detrás mía, coño, si ayer estuvimos hablando de eso en el campo, es imposible que se me olvidara cerrar –se exasperó- si… seguro que cerré.
-¿Sabes cómo encontraron la puerta del patio?
-Dígamelo…
-Cerrada, sin ningún tipo de forzado ni rotura
-Pero eso es imposible, osea, salvo que me la dejara abierta.
-O que no hubiera entrado nadie y solo viera una sombra que le confundiera.
-No… no… tuvo que entrar alguien… tiene que haber algo, algún resto, ustedes no tienes cosas para averiguar lo que pasa cuando matan a alguien.
-Sí. Son las investigaciones e interrogatorios como éste.
-Entonces me está acusando a mí –alzó la voz con gran irritación.
-Nauj, escúchame, te vuelvo a repetir que yo no soy el enemigo aquí, solo soy el investigador a cargo del asesinato de tu padre.
-Pero… pero… está apuntando que yo…
-Mira Nauj, voy a serte sincero, de momento todo apunta a que tú tuviste algo que ver con el fallecimiento de tu padre
-¿Fallecimiento? ¿Ya no es asesinato?
-Ahí quería llegar… -hizo una nueva pausa y volvió a pasar más hojas- ¿crees que tu padre podría haberse suicidado?
-¿Mi padre? ¿Por qué? ¿A qué viene eso si tenía dos puñaladas? –se dio cuenta que el oficial quería una respuesta- No… no se habría suicidado, era un hombre fuerte y duro de mollera, en la vida se hubiera quitado de en medio, ¿se entera?
-¿Sabe que su aliento todavía olía a alcohol?
-¿Y qué tiene que ver una cosa con otra?, ¿es que todos los que beben se suicidan?
-¿Me está diciendo que bebía a menudo?
-¿Qué….? No, osea, sí –volvió a dudar- quiero decir, no como estos “mataos” que se ven por la calle, era un hombre rudo joder, de cuando en cuando bebía, como todos… pero no entiendo…
-¿Usted también bebió anoche?
-Si… pero mucho menos, es decir… -se alteró sobremanera- Dios… no me confunda joder…
-Contesta lo más fácilmente posible –sugirió condescendiente
-A ver… por favor escuche… -suplicó calmando sus frases- tomé una copa de vino cenando, mi padre llevaba un rato bebiendo, imagino que se lo pondría Sherae, pero ya está, fin del asunto.
-¿Fue después de beber cuando empezó la discusión?
-Si… pudiera ser.
-Sabrás, como estudiante de medicina, los efectos que el alcohol tiene sobre la mente de un hombre ¿verdad?
-Si
-Explícamelas, si puedes
-La primera fase de la ingesta produce relajación y sensación de euforia, la segunda fase provoca visión borrosa, fallos en la coordinación y depresión; tercera fase Irritabilidad, agitación, somnolencia, cefalea, disartria, ataxia, dismetría, náuseas y vómitos. –Enumeró de corrido- cuarta fase lenguaje incoherente, disminución marcada del nivel de conciencia con obnubilaciones y hasta coma y flojedad en el tono muscular; Incontinencia de esfínteres y dificultad respiratoria. Quinta fase muerte.
-Veo que te lo aprendiste bien.
-Qué quiere que le diga, tengo buena memoria –objetó sin ánimo.
-Entonces es posible que tras la discusión jaleada por el alcohol tu padre entrara en una depresión que le empujara a suicidarse, ¿No es así?
-¿Qué?, no… está usando mis palabras en contra… mi padre no había bebido tanto.
-¿Se quedó toda la noche con él para averiguarlo?
-No, pero tampoco pueden saber cuánto bebió.
-Sabemos, gracias a tus vecinos –volvió a retroceder un par de páginas buscando alguna anotación- que “se quedó hablando junto a la chimenea vociferando y alzando la voz de cuando en cuando”. ¿Estás completamente seguro que se quedó allí solo, sin beber nada más?
-No… no estoy seguro –comenzó a recapacitar e incluso a dudar de sí mismo y de lo que había visto.
-Como veo que eres un muchacho inteligente te voy a contar una historia –cerró el archivo- ¿conoces a los Dohos?
-No señor
-Por lo visto eran una tribu pequeña, al sur de Atur, que tenían tradiciones un tanto pintorescas, no soy muy ducto en historia, pero según creo recordar, esta tribu fue de las más aguerridas y de las que más vidas costó para que la conquistara el Emperador Gódal. Cuando consiguieron acabar con el reducto más violento entraron en los campamentos que quedaban con intención de apresar a los que Dohones que hubiera, pero hete aquí que antes que siquiera entraran por los portalones de madera que tenían en la entrada, se encontraron que todos estaban muertos. Más que muertos… suicidados –sonrió con las manos en el aire- todos y cada uno de los hombres, mujeres y niños que allí había se habían quitado la vida con un puñal en el estómago o en el cuello –esperó a ver la reacción de Nauj- La imagen debió de ser tortuosa como poco…
-¿Y cree que mi padre se suicidó así? –Interrumpió con antipatía- Está usted loco
-Mira, Nauj, no digo que eso fue lo que pasó, de hecho me parece la historia más estúpida que pudieras contar para librarte de esto, por eso, te la he contado yo antes, sobre todo para que te des cuenta de que no soy estúpido y que no me puedes engañar, ¿me estás entendiendo cada una de las palabras que acabo de decir? –remarcó cada palabra fijando su atención en el muchacho.
-Osea, que si cree que he sido yo… -formuló resignado.
-Has estudiado medicina, ¿a qué si? –El tono de la conversación cambió radicalmente y la ironía embargó cada letra que pronunciaba- ¿Sabes que las dos –remarcó el número con los dos dedos de su mano diestra- punzadas que recibió tu padre fueron directas al hígado y al páncreas? Tú debes saber lo difícil que es acertar en sitios tan concretos del estómago ¿verdad? Solo alguien con conocimientos y con tanta rabia acumulada durante años de borracheras y maltratos podría buscar la manera de hacer sufrir de ese modo a su víctima. ¿No es así? –gritó mientras se ponía en pie y acercaba su cara a la del amedrentado muchacho.
-No… no… yo…
-No eres tan listo Nauj, eres un cobarde que esperó a que se durmiera porque no podías enfrentarte a él cara a cara, y eres un cobarde porque tuviste que reventarle el abdomen para que sangrara y sufriera lo indecible hasta morir. Como no salió como esperabas te has tirado toda la noche y todo el día dando pena pero lo único que has conseguido dar es asco –cada palabra que salía de la boca del agente era veneno para el muchacho. Incrédulo, agotado, hundido y cabizbajo- Admítelo y diré al juez que no ofreciste resistencia y que tenías tus razones humanas, admítelo y te ayudaré a que te envíen a un sitio en el que vivas mejor que las ratas, porque eso es lo que te espera, vivir peor que una rata, ¿entiendes lo que te digo? Porque las basuras como tú sois ratas, peor que eso, sois la mierda que cagan las ratas y no merecéis ni la comida que cada tres días te van a llevar. Admite que mataste a tu padre o juro por Dios que te voy a encerrar en el agujero más profundo que encuentre…
-NO… no… no… -gritó y gritó el desconsolado muchacho
-Vas a confesar, chaval, estate seguro que antes que sea el juicio habrás confesado, me voy a encargar personalmente de que hables –con esas últimas palabras tomó la carpeta y salió por la puerta cerrando con llave tras de sí.
Allí, solo, rodeado por una vela casi agotada, quedó Nauj Dentell, entre la amargura de la incomprensión y el miedo a lo que le esperaba. Gimoteando por un padre muerto y un asesino que no tenía la certeza que existiera. Solo en la soledad de la pena y el desánimo.

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