CAPÍTULO VI
-Vamos
a ver, vamos a ver que yo lo entienda- comenzó a relatar cansino el Cabo
Primero Quintilo al preso que tenía sentado frente a sí, en una de las salas
del Cuartel junto a la plaza- Osea Nauj,
que abren la puerta, puerta que estaba cerrada y que tuvieron que tirar de un
patadón, y se encuentran a tu padre, tirado en el suelo, con una soga al
cuello, todo lleno de sangre y a ti con un cuchillo en la mano… y me dices que
no sabes que pasó –dijo irónico- Tu mujer no sabe cuándo te levantaste y
también te vio de la misma guisa, pero sigues repitiendo que tu padre ya estaba
así cuando bajaste –sentenció.
-Yo…
las perras… ladraron, pero yo… -dudaba entre sollozos tratando de apartar las
lágrimas que le caían cara abajo con las dos muñecas apresadas bajo un aro
plantado en la mesa- Yo creía que
ladraban por mi padre… no le conocen y son muy nerviosas…. Me desperté… por
estaba teniendo un mal dormir… yo… comenzaron a ladrar y bajé –suspiró tratando
de serenarse- La puerta no se abría, habían atado la cuerda al pomo…
-¿Quiénes?-Preguntó
Quintilo- ¿Quiénes según tú cortaron la cuerda?
-No
lo sé, joder, Quinti, por Dios… yo no he sido joder… joder… joder… -agachó la
cabeza y murmuró improperios para si- sé que mi padre nunca se ahorcaría… por
Dios… tu sabías quien era…
-Yo
lo único que sé es que todo apunta a que alguien trató de que pareciera un
suicidio y como no pudo con el peso de tu padre se acobardó y le asestó dos
puñaladas y que tú –matizó- estabas en
medio de todo aquello sin pruebas de lo contrario.
-No…
no… no… -repitió acelerado- no he sido yo, por Dios, como iba a hacer eso… no,
no, esto es una broma pesada, no puede estar ocurriendo –se derrumbó y volvió a
llorar.
-A
ver Nauj, sabes que te tengo aprecio- trató de apaciguar- y todos entenderíamos
lo que pasó sabiendo cómo era tu padre, pero tienes que contarme lo que pasó.
-Sé
que no terminé muy bien con mi padre… -se lamentó- pero de eso hace ya dos
años, por Dios, no tiene sentido, era un hombre bruto, pero no era malo, por
favor, esto… esto no puede estar pasando…
-Céntrate
Nauj, muchacho, cuando, según tú –apuntilló- abriste la puerta, que viste?
-De
primeras no vi nada, estaba todo a oscuras, la lumbre estaba casi apagada, pero
las perras salieron disparadas para la cocina y juraría que algo se movió por
allí…
-Por
allí, por dónde, por la cocina?
-Si,
por la puerta, no… -dudó y le costó encontrar las palabras- no lo sé, yo creo
que vi a alguien escapándose, y las perras…
-Nadie
vió a las perras correr hacia la cocina, estaban a tu lado y al lado de tu
padre cuando llegamos.
-No…
pero eso pasó justo cuando pude abrir la puerta.
-¿La
puerta no se abría?
-No…
tenía un peso… joder… -respiró hondo- el peso de mi padre impedía que se
abriera y cuando pude entrar… solo vi a las perras salir flechadas para la
cocina… es cuando vi el cuerpo de mi padre en el suelo en un charco de sangre
y… el cuerpo se me descompuso… no sé muy bien qué coño pasó ni cuánto tiempo
tardó en bajar Sherae, ni cuando abrió la puerta los vecinos… solo sé que traté
de taponar las heridas y que aquello no paraba de sangrar y que ya no respiraba
y que… -volvió a derrumbarse y a llorar amargamente-
-Vale,
vale… muchacho… -dio unos segundos de pausa- ¿Dónde tenías el punzón?
-¿El
punzón, qué punzón?
-El
arma Nauj, como no me ayudes va a ser peor… trata de estar aquí, esto es por tu
bien.
Esa
última palabra sonó como un resuello entre las cuatro paredes de aquel cuadrado
de ladrillo de piedra, de techo bajo y poca luz que entraba por una pequeña
ventana con barrotes haciendo esquina con el techo.
-Yo…
yo… -vaciló- estaba junto a mi padre… yo… lo cogí y no sabía muy bien qué era y
entonces…
-Le
apuñalaste… -sentenció Quintilo-
-No
–replicó con incredulidad-
-Sí…
Nauj, tuviste una bronca con tu padre. El cabrón te iba a echar de su casa con
todo lo que habías trabajado en ella y como no querías que te pilláramos y
sabías que algunos se habían quitado la vida igual, intentaste ahorcarle…
-no,
no, no… -giraba la cabeza mientras continuaba negando.
-….
Y como no podías con su peso porque eres un debilucho de mierda te acobardaste
y le rajaste el estómago…-Calmó sus ánimos para observar la reacción del
muchacho- Si, Nauj, te has cargado a tu padre y ahora quieres escurrir el bulto
El
muchacho, seguía repitiendo para sus adentros sucesivos noes sin mirar a
Quintilo, incapaz de levantar su ánimo y defenderse con mayor coherencia.
-No
he sido yo… No he sido yo… -se repetía
Las
bisagras de una puerta desvencijada, chirriaron al abrirse, tras Quintilo. Un
agente joven, con aspecto aseado, bigote fino y pelo corto perfectamente
peinado entró en la habitación y susurró al oído del Cabo “déjame un rato con
él, a mí no me conoce”. Quintilo, se marchó sin mediar palabra alguna volviendo
a cerrar de nuevo la ruidosa puerta. El joven oficial, de mayor rango que aquel
que acababa de marcharse, vestía el mismo color marrón oscuro y el mismo
cinturón ancho negro de hebilla dorada que caracterizaba a la Guardia
Ciudadana. Salvo por los galones cosidos en sus hombreras cualquiera hubiera
dicho que aquel muchacho era un novicio que acabara de entrar en la Guardia.
Con
movimientos tranquilos, se sentó frente a Nauj, con una carpeta de cuero que abrió
mostrando unos escritos de letra larga y fina.
-¿Cómo
estás Nauj?, ¿Te apetece algo? ¿Agua, vino? ¿Quieres comer algo?...
-¿Usted
también viene a decirme que he matado a mi padre?
-No,
solo vengo a esclarecer lo que ha pasado, y…-pasó algunas hojas mientras
hablaba- me tienes que ayudar Nauj…
-¿A
qué? –Interrumpió- Yo no sé nada, solo sé que a mi padre lo han matado y que me
estáis culpando a mi…
-Me
llamo Jeraim, Sargento Primero de la Comarca Nororiental de Antiquarea, contestando
a tu primera pregunta, no… no estoy aquí para culparte de nada, salvo que tú,
por voluntad propia admitas haber hecho lo que en este informe se
detalla…-lamió ligeramente la yema del dedo índice y pasó algunas páginas más-
y con respecto a la segunda, necesito que me ayudes, respondiendo tan
específicamente como puedas a un par de preguntas que te voy a formular –hizo
otra pausa esperando reacción por parte del crío que tenía enfrente- ¿Quieres
un poco de agua?.
-Si
por favor…
-Cabo…
-gritó en dirección a la puerta. Al instante el Cabo Primero Quintilo apareció-
Tráiganos un poco de agua y de vino.
-A
sus órdenes Sargento –se cuadró y cerró la puerta marchándose con pasos prestos
a través del pasillo que llevaba a las escaleras de subida de la primera planta
del cuartel.
-Quintilo
es un buen agente, ¿verdad? –Preguntó a Nauj- es brusco, pero está tratando por
todos los medios de ayudarte, no lo olvides, eres paisano suyo y la patria
chica ofusca mucho –aguardó algún tipo de respuesta, pero el muchacho mantenía
su cabeza baja, casi de forma sumisa- ¿Cómo acabaste en este pequeño pueblo
Nauj?
-Conocí
a mi pareja hará unos años, y cuando volví decidí quedarme con ella…-contestó
entre sollozos.
-¿Sherae
Bartarez?
-Si
–respondió escuetamente.
-¿Por
qué decidiste quedarte?
-No…
no lo sé… -dudó- fue por varias razones supongo…Quería salir de mi casa, Sherae
me gustaba, quería conocer mundo, no lo sé… joder… ¿qué importa por qué me
fuera de casa?
-Importa
porque según los vecinos, la pelea entre tu padre y tu giró en relación a ello.
-¿Qué
pelea?... solo nos dijimos cuatro cosas, como siempre, no se alzó la voz
siquiera…
-¿Estás
seguro?, entonces por qué la gente se enteró de toda la disputa.
-Porque
en este pueblo son unos cotillas, entiende… y por un segundo levantó con ira la
mirada buscando a su interlocutor.
-¿Entonces
no niegas que pudieran oír lo que hablasteis? –Mientras hablaba tomaba apuntes
con su delicada escritura en unos papeles amarillentos perfectamente
encuadrados.
-Imagino
que pudieron escuchar alguna cosa, pero es imposible que se enteraran de que
iba la obra –contestó con algo de duda en la gesticulación de las manos
-¿De
qué hablasteis tu padre y tú? –en ese momento, dos golpecitos secos precedieron
a la apertura de la puerta de la sala de interrogatorios.
-Señor
–se volvió a cuadrar Quintilo, con una bandeja con vino y agua y dos vasos de
metal- ¿Se puede?
-Sí,
cabo, déjelo aquí –señaló al pico más cercano de la mesa
-Con
su permiso –apoyó la bandeja y volvió por el mismo camino.
-¿Cabo
Quintilo? –alzó la voz llamando la atención al Agente.
-Sí,
señor
-Hay
que cuadrarse antes de salir de una sala en la que hay un superior.
-Sí,
señor, -volvió a cuadrarse- con su permiso señor –y se marchó con gesto
avergonzando pero molesto.
-Hay
que se estricto con la disciplina, no crees Nauj –pronunció sin mirar a su
entrevistado mientras llenaba de agua los vasos.
-Usted
sabrá… -contestó con brusquedad
-¿Cómo
era tu padre, Nauj? –continuó tras dar un sorbo de su vaso
-¿A
qué se refiere?
-¿Era
estricto?, Ya sabes… chapado a la antigua, cerril y cabezón con sus ideas y
nada más que sus ideas… -enfatizó
-Era
un buen padre, si es eso lo que pregunta... –y tomó su vaso y bebió- tenía sus
cosas como todo hombre que ha vivido los tiempos suyos pero no me oirá decir
que era malo con sus hijos.
-Pero…-leyó
de unas hojas que buscó- ¿“os peleabais a menudo”?
-No
-Eso
no es lo que dice Sherae.
-Ella
me ha escuchado a mi exagerar de cuando en cuando –aspiró los mocos que le
caían de la nariz- no vivió en Selana conmigo y no puede tener más idea que la
que yo le pude dar.
-Entonces
no os peleabais
-Como
cualquier padre con su hijo… -hizo una pausa sopesando cada palabra que decía-
nunca como para matarle.
-Pero
si para que te marcharas de Selana –su gesto invariable ni siquiera enfatizaba
cuando creía encontrar contradicciones en la historia.
-Eso
es otra historia y no sé a qué cojones viene… ya me estoy cansando… Quiero ver
a mi mujer y largarme a mi casa para poder enterrar a mi padre… ¿entiende? –la
sumisión dio paso al enfado y el enfado comenzó a convertirse en irritación.
-Tiene
que ver, muchacho, con que queremos saber cuál era la relación que mantenías
con tu padre para poder descartarte como sospechoso…-hizo una pausa- y a su
pareja… -el tono varió- porque no están casados tengo entendido, la verá en
cuanto terminemos si es que ella quiere verle, por supuesto –apuntilló.
-¿Por
qué no va a querer verme? ¿Qué cojones le han dicho? ¿Qué…? –Mientras preguntó
el ánimo se le fue encolerizando hasta el punto de levantarse de la silla para
acercarse al sargento.
-Nauj,
por favor siéntate… Ella también ha sufrido y no sabe muy bien qué pensar, date
cuenta que te vió con el punzón en las manos y empapado en la sangre de tu
padre justo después de la pelea… contigo y con ella, no lo olvides –remarcó.
-Pero
ella me conoce… sabe que soy incapaz de…
-La
Señorita Sherae Bartarez, no tiene tan claro que seas inocente y es
comprensible, acéptalo. Cuanto antes terminemos, antes podrás dar las
explicaciones oportunas a tu “mujer”. ¿Estás de acuerdo? –alzó la mirada de los
papeles.
-Mire…
por favor… todo esto es un error… yo solo bajé a ver qué pasaba y me encontré a
mi padre tirado… le he dicho a Quintilo lo que vi… lo del hombre de la cocina…
estaba ayudando a mi padre y vi el
dichoso punzón… joder… solo lo cogí porque no me di cuenta de lo que era… por
dios… esto no puede estar pasando… -se frotó las sienes con mayor incredulidad
-Tranquilízate
Nauj, haz un esfuerzo… -se detuvo un segundo- ¿Sobre que versó la conversación
con tu padre?
-Desde
que me vine aquí, ha estado molesto conmigo, allí estaba estudiando, tenía un
futuro. Según él, podía haber entrado en el ejército como médico o haber
seguido de buhonero con él por las ciudades, y cómo decidí venirme a su tierra
por una chica, nunca me lo perdonó…
-Continúa
–hizo ademán con la mano
-Cuando
di la noticia en mi casa de que me venía, mi madre se lo tomó muy mal, aunque
fue más comprensiva, ya sabe… las madres –trató de relajar la tensión- pero mi
padre no se lo tomó igual. Tuvimos una discusión fuerte y al final me fui antes
de que llegara a mayores. Después bajé como pude hasta aquí, uniéndome a alguna
caravana, ayudando con medicamentos simples, me especialicé en botánica, ya
sabe… -miró a Jeraim- conozco las plantas y se cómo usarlas para curar algúna
que otra dolencia, no como los médicos pero no se me da mal… así es como llegué,
hará algo más de dos años.
-Prosigue
Nauj, te escucho
-El
caso es que cuando llegué no tenía donde quedarme y el señor Bartarez me prestó
una habitación en el pajar, ya sabía lo mío con su hija e imagino que aunque no
le gustaba demasiado, se apiadó de mí, pero claro… -se sobrepuso con orgullo-
no podía permitir que su padre nos mantuviera, no podía ser… y decidí buscar
cualquier trabajo que me saliera.
-¿Qué
trabajos ejerciste?
-Lo
primero que hice fue visitar al médico, un hombre mayor que murió el año pasado,
el doctor Guido, y como el hombre no veía bien, estuve echándole una mano un
tiempo con sus potingues, pero cuando se puso tan malo ya no podía hacer nada y
tampoco podía decir que le ayudaba porque o bien me multaban por ejercer sin
título o lo que hubiera sido peor, que hubieran empezado a decir que se murió
por mi culpa, que no sería la primera vez que escucho cosas descabelladas sobre
cualquiera. Luego trajeron al muchacho éste, el que tiene su edad –señaló al
Sargento- y se me acabó por completo cualquier ingreso –esperó a ver algún
gesto por parte de su interrogador pero éste ni se inmutó- Tengo un tío, un
hermano de mi padre, Zednik,
a lo mejor le conoce, vive por detrás de la ermita –giró su cabeza señalando al
sureste de la habitación.
-No tengo el gusto, pero no te
preocupes, seguro que lo confirmamos… que pasó entonces.
-El caso es que pedí ayuda a mi
tío, y él me consiguió trabajo con los Rubín y me dejó las llaves que guardaba
para echar un vistazo a la casa de mi padre para que me quedara hasta que diera
el visto bueno, pero me pidió que le escribiera y le pidiera disculpas a
cambio, que “aquello no estaba bien”. Y como estaba desesperado, lo hice. A las
pocas semanas, recibió la contestación y me dio permiso, pero fue muy escueto,
con lo que entendí que vendría a ajustar cuentas tarde o temprano…
-¿Y lo hizo?
-No hasta ayer.
-Y en tiempo, ¿De cuánto estamos
hablando?
-Dos años
-Bien… -pasó otra página y
continuó escribiendo- ¿Tuviste contacto con tu padre de alguna forma en esos
dos años?
-Ninguno, se por lo que me dijo
anoche mi padre que mi tío Zednik si le escribía regularmente y le informaba de
cómo me iba, pero yo por su parte no recibí nunca nada.
-¿Cuándo se mudó Sherae contigo,
Nauj?
-Al poco de recibir la
contestación.
-¿Y qué tal os iba?
-Bien, nos faltaba dinero como a
todos en estos tiempos, pero dentro de lo que cabe, bien.
-¿Esa falta de dinero no te
cambió el carácter, no discutíais más a menudo ni nada por el estilo?
-¿Qué está insinuando?
-Yo nunca insinúo nada, Nauj,
solo pregunto y saco conclusiones… -buscó la mirada del muchacho.
-No… no nos peleábamos más, es
decir, teníamos nuestras discusiones, pero nos queremos, joder, que se piensa
que soy un zumbado que maltrata a su mujer y luego mata a su padre, por Dios,
esto no tiene ni pies ni cabeza… joder, joder.. –comenzó a desesperarse.
-¿Entonces no te cambió el
carácter?
-No…
mire… no sé lo que le habrá dicho Sherae, pero lo único que me pasa es que
vengo reventado de trabajar y a veces puedo alzar la voz más de la cuenta, pero
joder, que yo no he hecho nada, ¿es tan difícil de entender?
-Vamos
a ver Nauj, yo no he venido a juzgarte, estoy para ayudar, a ti y al pueblo, y
tienes que seguir contestando…
-Esto
no puede estar pasando, es imposible… -bajó la voz y volvió a esconder la cara
entre las manos.
-Nauj,
escúchame, ¿Alguna vez has levantado la mano a Sherae?
-No
–respondió anodino
-¿Te
has cabreado tanto como para pensar en pegarla?
-No…
por dios, por dios –murmuró
-¿Anoche
sentiste ganas de atacar a tu padre?
-No,
no y no… joder… me fui a la cama en cuanto se puso tensa la conversación… joder
-Los
vecinos escucharon a tu padre decir –y buscó en una de las hojas sueltas que
componían el informe- “Levántale la mano a tu padre si tienes huevos”. ¿Es
cierto?
-No…
es decir… si –vaciló- pero fue cuando me subí a dormir, se lo puede decir
Sherae, ella me cogió del brazo y me dijo que nos subiéramos –y un atisbo de
luz destelló en sus ojos marrones.
-Cuénteme
lo del hombre que vió en la cocina.
-No
sé lo que vi, tiene que creerme, vi o más bien intuí que allí había alguien
cuando las perras salieron disparadas ladrando, pero no se veía bien, además…
alguien tuvo que colgar y asesinar a mi padre.
-Pero
no pudo verle, entonces
-No,
pero estaba allí seguro.
-¿Cerró
la puerta que daba al Patio?
-Si…
es decir, creo que sí –trató de hacer memoria.
-Explícate
-Poco
antes de irme a dormir salí a por agua del pozo para lavarme y cuando volví a dejar
las cosas cerré detrás mía, coño, si ayer estuvimos hablando de eso en el
campo, es imposible que se me olvidara cerrar –se exasperó- si… seguro que
cerré.
-¿Sabes
cómo encontraron la puerta del patio?
-Dígamelo…
-Cerrada,
sin ningún tipo de forzado ni rotura
-Pero
eso es imposible, osea, salvo que me la dejara abierta.
-O
que no hubiera entrado nadie y solo viera una sombra que le confundiera.
-No…
no… tuvo que entrar alguien… tiene que haber algo, algún resto, ustedes no
tienes cosas para averiguar lo que pasa cuando matan a alguien.
-Sí.
Son las investigaciones e interrogatorios como éste.
-Entonces
me está acusando a mí –alzó la voz con gran irritación.
-Nauj,
escúchame, te vuelvo a repetir que yo no soy el enemigo aquí, solo soy el
investigador a cargo del asesinato de tu padre.
-Pero…
pero… está apuntando que yo…
-Mira
Nauj, voy a serte sincero, de momento todo apunta a que tú tuviste algo que ver
con el fallecimiento de tu padre
-¿Fallecimiento?
¿Ya no es asesinato?
-Ahí
quería llegar… -hizo una nueva pausa y volvió a pasar más hojas- ¿crees que tu
padre podría haberse suicidado?
-¿Mi
padre? ¿Por qué? ¿A qué viene eso si tenía dos puñaladas? –se dio cuenta que el
oficial quería una respuesta- No… no se habría suicidado, era un hombre fuerte
y duro de mollera, en la vida se hubiera quitado de en medio, ¿se entera?
-¿Sabe
que su aliento todavía olía a alcohol?
-¿Y
qué tiene que ver una cosa con otra?, ¿es que todos los que beben se suicidan?
-¿Me
está diciendo que bebía a menudo?
-¿Qué….?
No, osea, sí –volvió a dudar- quiero decir, no como estos “mataos” que se ven
por la calle, era un hombre rudo joder, de cuando en cuando bebía, como todos…
pero no entiendo…
-¿Usted
también bebió anoche?
-Si…
pero mucho menos, es decir… -se alteró sobremanera- Dios… no me confunda joder…
-Contesta
lo más fácilmente posible –sugirió condescendiente
-A
ver… por favor escuche… -suplicó calmando sus frases- tomé una copa de vino
cenando, mi padre llevaba un rato bebiendo, imagino que se lo pondría Sherae,
pero ya está, fin del asunto.
-¿Fue
después de beber cuando empezó la discusión?
-Si…
pudiera ser.
-Sabrás,
como estudiante de medicina, los efectos que el alcohol tiene sobre la mente de
un hombre ¿verdad?
-Si
-Explícamelas,
si puedes
-La
primera fase de la ingesta produce relajación y sensación de euforia, la segunda
fase provoca visión borrosa, fallos en la coordinación y depresión; tercera
fase Irritabilidad,
agitación, somnolencia, cefalea, disartria,
ataxia,
dismetría, náuseas y vómitos. –Enumeró de
corrido- cuarta fase lenguaje incoherente, disminución marcada del nivel de
conciencia con obnubilaciones y hasta coma y flojedad en el tono muscular;
Incontinencia de esfínteres y dificultad respiratoria. Quinta fase muerte.
-Veo que te lo aprendiste bien.
-Qué quiere que le diga, tengo
buena memoria –objetó sin ánimo.
-Entonces es posible que tras la
discusión jaleada por el alcohol tu padre entrara en una depresión que le
empujara a suicidarse, ¿No es así?
-¿Qué?, no… está usando mis
palabras en contra… mi padre no había bebido tanto.
-¿Se quedó toda la noche con él
para averiguarlo?
-No, pero tampoco pueden saber
cuánto bebió.
-Sabemos, gracias a tus vecinos
–volvió a retroceder un par de páginas buscando alguna anotación- que “se quedó
hablando junto a la chimenea vociferando y alzando la voz de cuando en cuando”.
¿Estás completamente seguro que se quedó allí solo, sin beber nada más?
-No… no estoy seguro –comenzó a
recapacitar e incluso a dudar de sí mismo y de lo que había visto.
-Como veo que eres un muchacho inteligente
te voy a contar una historia –cerró el archivo- ¿conoces a los Dohos?
-No señor
-Por lo visto eran una tribu
pequeña, al sur de Atur, que tenían tradiciones un tanto pintorescas, no soy
muy ducto en historia, pero según creo recordar, esta tribu fue de las más
aguerridas y de las que más vidas costó para que la conquistara el Emperador
Gódal. Cuando consiguieron acabar con el reducto más violento entraron en los
campamentos que quedaban con intención de apresar a los que Dohones que hubiera,
pero hete aquí que antes que siquiera entraran por los portalones de madera que
tenían en la entrada, se encontraron que todos estaban muertos. Más que
muertos… suicidados –sonrió con las manos en el aire- todos y cada uno de los
hombres, mujeres y niños que allí había se habían quitado la vida con un puñal
en el estómago o en el cuello –esperó a ver la reacción de Nauj- La imagen
debió de ser tortuosa como poco…
-¿Y cree que mi padre se suicidó
así? –Interrumpió con antipatía- Está usted loco
-Mira, Nauj, no digo que eso fue
lo que pasó, de hecho me parece la historia más estúpida que pudieras contar
para librarte de esto, por eso, te la he contado yo antes, sobre todo para que
te des cuenta de que no soy estúpido y que no me puedes engañar, ¿me estás
entendiendo cada una de las palabras que acabo de decir? –remarcó cada palabra
fijando su atención en el muchacho.
-Osea, que si cree que he sido
yo… -formuló resignado.
-Has estudiado medicina, ¿a qué
si? –El tono de la conversación cambió radicalmente y la ironía embargó cada
letra que pronunciaba- ¿Sabes que las dos –remarcó el número con los dos dedos
de su mano diestra- punzadas que recibió tu padre fueron directas al hígado y
al páncreas? Tú debes saber lo difícil que es acertar en sitios tan concretos
del estómago ¿verdad? Solo alguien con conocimientos y con tanta rabia
acumulada durante años de borracheras y maltratos podría buscar la manera de
hacer sufrir de ese modo a su víctima. ¿No es así? –gritó mientras se ponía en
pie y acercaba su cara a la del amedrentado muchacho.
-No… no… yo…
-No eres tan listo Nauj, eres un
cobarde que esperó a que se durmiera porque no podías enfrentarte a él cara a
cara, y eres un cobarde porque tuviste que reventarle el abdomen para que
sangrara y sufriera lo indecible hasta morir. Como no salió como esperabas te
has tirado toda la noche y todo el día dando pena pero lo único que has
conseguido dar es asco –cada palabra que salía de la boca del agente era veneno
para el muchacho. Incrédulo, agotado, hundido y cabizbajo- Admítelo y diré al
juez que no ofreciste resistencia y que tenías tus razones humanas, admítelo y
te ayudaré a que te envíen a un sitio en el que vivas mejor que las ratas,
porque eso es lo que te espera, vivir peor que una rata, ¿entiendes lo que te
digo? Porque las basuras como tú sois ratas, peor que eso, sois la mierda que
cagan las ratas y no merecéis ni la comida que cada tres días te van a llevar.
Admite que mataste a tu padre o juro por Dios que te voy a encerrar en el
agujero más profundo que encuentre…
-NO… no… no… -gritó y gritó el
desconsolado muchacho
-Vas a confesar, chaval, estate
seguro que antes que sea el juicio habrás confesado, me voy a encargar
personalmente de que hables –con esas últimas palabras tomó la carpeta y salió
por la puerta cerrando con llave tras de sí.
Allí, solo, rodeado por una vela
casi agotada, quedó Nauj Dentell, entre la amargura de la incomprensión y el
miedo a lo que le esperaba. Gimoteando por un padre muerto y un asesino que no
tenía la certeza que existiera. Solo en la soledad de la pena y el desánimo.
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