lunes, 30 de junio de 2014

De la DUDA

      "Hablan mucho de la belleza de la certidumbre como si ignorasen la belleza sutil de la duda. Creer es muy monótono; la duda es apasionante"

Oscar Wilde (1854-1900) Dramaturgo y novelista irlandés.
 
       De las miles de frases célebres que me precedieron ante la duda, he elegido la de Oscar Wilde. A parte de ser uno de mis escritores favoritos, imagino que por ese halo de taciturnidad, es la frase más completa que refleja lo que yo pretendo evocar al decir "Dudo de todo salvo de que puedo estar equivocado". 
 
      Ya Platón refirió de Sócrates que "sólo sabía que no sabía nada". Pero para mi no es una frase totalmente cierta y me explicare no sea que algún asaltante venido a filósofo quiera replicar, aunque también es cierto que pueda hacerlo igualmente. 
 
     Estoy completamente seguro que lo único que se de esta vida es que de todo el amasijo de comportamientos, valores, improvisaciones y un largo etcétera que no escribiré que he cosechado por mi discurrir vital los hice, los hago y los haré bajo un prisma inmutable. Acierto y/o Error.

      Lo he puesto bien, y/o. Porque no saber como dijo Sócrates implica tener desconocimiento absoluto de todo y yo no lo tengo. Además, ese conocimiento absoluto me ayuda a dudar incluso del acierto y del error pues nadie tiene la verdad absoluta en cuanto a nada. Lo que pudiera ser un acierto para mi, pudiera ser un error para alguien y al contrario. 
        
      Verdad, Falsedad, Acierto, Error, Conocimiento, Absoluto. Si os fijáis, son solo palabras. y toda esta perorata, no es más que eso. Una sucesión agotadora de palabras encadenadas tratando de tener sentido concreto para el lector. Y yo me pregunto, ¿Qué es la duda, si no la pregunta ante tanta palabreja filosófica, y no es la filosofía el mecanismo primigenio del significado de la vida? Me enredo y me enredo y al final, la certeza que queda como poso ante tantas sílabas unidas como conceptos es que dudo incluso del significado de las palabras.
 
     Soy capaz de afirmar con absoluta rotundidad que dudo y dudo una vez más al saber a ciencia cierta que incluso el hecho dudar sea erróneo. Por tanto, solo me queda que de lo único que puedo estar seguro es que si dudo puedo estar acertado o equivocado, incluso ambos al mismo tiempo.
 
¡AY QUEDA ESO!
 
 
 

sábado, 28 de junio de 2014

Fe de Erratas

Esto es solo un comentario para todos aquellos que hayan leído el Olvido de Godaria y encuentren fallos garrafales, que los hay y muchos. Simplemente tenerme paciencia, Estos primeros capítulos son solo borradores con posibles nombres y situaciones. Una especie de experimento a ver que tal sale. No obstante, todo aquello que encontreis y querais comentar estoy encantado de que me lo digais
Gracias de antemano

viernes, 27 de junio de 2014

OLVIDO DE GODARIA - IRA - CAPÍTULO VIII



CAPÍTULO VIII
                -Bueno Nauj, ¿Qué tal la ducha? ¿Mejor? –preguntó sarcástico el Sargento Jeraim- Veo que te han trasquilado un poco y te han quitado el olor ese a celda –esperó alguna respuesta del preso cabizbajo- ¿No contestas?, no te molesten tanto. Los chicos tienen sus cosas pero no son mala gente. Pueden ser mucho peores te lo aseguro –se levantó del asiento y paseó por la estancia- Recuerdo uno al que después de estar duchado le echaron restos de pescado y le sacaron a la calle para que se lo comieran las moscas. No llegó a tanto, por supuesto, no somos salvajes, pero la verdad que lo pasó mal. A ti al menos te han dejado limpio y la verdad que lo agradezco, no soportaría mírate a la cara con la peste de cabezas y tripas de pescado por todos lados. –Cambió de registro- ¿Te apetece tomar algo? ¿Un poco de vino?... si yo creo que hoy nos vamos a tomar un vasito que dicen que es bueno para la salud, pero no mucho, que luego nos ponemos tontos y no hacemos nada… y hay que trabajar Nauj, ¿no crees? –Se acercó a la puerta entreabierta- ¡Kafshë! –Alzó la voz- trae un poco de vino o de aguardiente para nuestro invitado –volvió a dirigirse al preso- Tengo que reconocerlo, estas situaciones no me gustan, prefiero los modales, las conversaciones, el cara a cara sincero. ¿Y tú? ¿A que no está bien estas burradas? –Se acercó por la espalda del muchacho- Yo creo que tampoco. No creas que no te entiendo. Te vienes a un pueblo dejado de la mano de Dios, te ves solo, porque aquí, amigos de verdad, pocos, seamos sinceros. Muchas amistades, eso es cierto, esta gente es agradable y cercana, pero no se casan con nadie. Tú lo sabes. Te juntas con cuatro locos que te acogen y te dan cariño y parece que te respetan y al final acabas aceptando las ideas que ni siquiera te pertenecen. Se lo fácil que llega a ser, de verdad, entiendo hasta que trates de estar callado para defenderlos. Fíjate si te entiendo que ni siquiera voy a pedir que lo cuentes todo, solo alguna cosilla que nos ayude a encontrarlos. Estoy por creer que fue uno de ellos el que mató a tu padre, por mí, de aquí a pocos días estás en la calle y con tu nombre bien limpio –aguardó- Lo sé, me dirás “es que esa gente me quitará de en medio por traicionarlos”. Pero puedes estar tranquilo, haremos correr la voz de que aguantaste estoicamente y que no te sacamos nada. Luego, se puede encontrar cualquier documento o cualquier chivatazo anónimo y ya está, todos contentos y tú te alejas de ese mundillo que no te va a traer nada bueno –asintió como si su interrogado respondiera- ya se, ya se, la gente… deberías escuchar las cosas que se cuentan en el pueblo sobre ti, madre mía, y eso que llevas aquí un par de días, cuando te vean salir enjaulado dirección Antiquarea, no te arriendo la ganancia. Tu tío Zednik no quiere saber nada de ti, ¿lo sabes? –Puso su mano sobre el hombro del reo- ¡Qué cabrón! Con lo buena gente que parecía ehhh… -hizo una parón y se puso de frente a Nauj- y tu “mujer” –pronunció con retintín- ha vuelto con sus padres, la pobre está siendo acosada por los cotillas y claro, ponte en su lugar, está renegando de ti, a ella le queda mucha vida por delante, como no espabile se queda de mocita vieja y las cosas como son, sería un desperdicio, pero vaya, eso es otra historia. La cuestión es… -observó algún gesto- que yo en tu situación estaría indeciso, estaría nervioso, empezaría a cuestionarme todo y a dejar de confiar en todos los que me han rodeado. De lo único que puedes estar seguro –recalcó- es que cada cosa que yo te diga será verdad tanto si es mala como buena. ¿Tú por qué crees que te entrevisto yo y no Quintilo? El Cabo es un buen agente pero no sabe negociar, y claro, si él con todas las pruebas que hay en tu contra llega a la misma conclusión que yo, se sentirá defraudado y esa emoción es muy perjudicial cuando necesitas algo del que te ha traicionado. No quiero ni imaginarme lo que te haría con lo bruto que es –siguió paseando mientras hablaba con grandilocuencia- A ver… Nauj, que yo sé por lo que estás pasando, tú eres un muchacho estudiado, conoces la historia de la comarca e incluso entiendes por qué quieren separarse de Sadiagla. No vayas a creer que soy un cegato que no ve las cosas. Lo entiendo igual o mejor que tú, no eres el primer “Hermano” que me encuentro. Ese ideal, esa cultura propia, esa idiosincrasia tan… no sé cómo decirlo… llamativa, no… más bien, idealizada, aunque suene repetitivo. Es normal –dio una palmada en el hombro del reo- es como los cuentos de los caballeros andantes, que luchan y luchan contra viento y marea para conseguir una meta contra el tirano opresor. Pero te voy a contar un secreto –se acercó a su oído- vosotros no combatís contra un tirano opresor. Tenemos un Rey. Un Rey que hace de bulto, y un gobierno demócrata que dirige, elegido por el pueblo –remarcó- Es el pueblo el que manda Nauj, y el pueblo somos todos, desde el primer muerto de hambre Cindelo hasta el último pescador de Obala Veri –retomó su asiento- imagínate que vives en un bloque de viviendas. Ahora un vecino tuyo quiere dejar de pagar la limpieza de las escaleras porque resulta que ya no quiere pertenecer al bloque. ¿Qué, cómo te sentaría? –Por la puerta asomó Kafshë con una jarra alta de barro a rebosar de vino y dos vasos pequeños serigrafiados con una “G” y una “C” dentro de un hexágono- adelante soldado- Sé que no es un soldado, pero le encanta sentirse como tal –habló en confidencia- Déjalo aquí mismo
El muchacho se cuadró y volvió a salir. El Sargento tomó la botella y procedió a llenar los recipientes hasta la mitad.
-Eso no tiene sentido –interrumpió el preso con apatía
-Hombre, creía que hablaba yo solo, y dime ¿Por qué no tiene sentido?
-Porque esa familia tendría que salir de su piso a través de las escaleras, no podrían ser autosuficientes. Es una gilipollez como una casa tratar de comparar la independencia de las naciones con un bloque de vecinos. Por otro lado, no tengo ni puta idea de todo lo que me está contando. No sé qué “hermanos” quiere que le diga que son, los que le están jodiendo, ni tengo puta idea de qué coño quiere que le cuente.
-Bueno… bueno… al menos ya tenemos un diálogo.
-De besugos
-Pero diálogo al fin y al cabo –respiró hondo mientras contemplaba cada facción del muchacho- está bien, tal vez sea un poco infantil comparar una situación con otra, pero seguro que sí entiendes lo que trato de decirte.
-Imagino que se piensa que soy un “hermano” –hizo ademán de comillas al pronunciar- y he matado a mi padre por alguna causa estúpida que ellos tengan.
-Será posible lo avispado que eres –ironizó- pero que agente se ha perdido el cuerpo, aunque claro, todavía no es tarde Nauj.
-No soy un “Hermano”, hasta hace unas horas ni siquiera sabía que existían. No sé qué espera que le cuente o le diga.
-Espero que me hables con franqueza, sin ocultar nada.
-Hasta ahora ha sido así.
-Me parece que no Nauj, mira… -abrió una carpeta similar a la del día anterior sobre la mesa pero más abultada- Aquí dice que te viniste hace dos años, ¿es verdad?
-Si
-Eres hijo de Nauj Dantell
-Si
-Este hombre fue –tomó un trago de vino- un soldado hace treinta años en la Fortaleza de Aldovea, antes siquiera que creciera hasta ser un pueblo
-Si
-Este campamento, sufrió un ataque muy duro por parte de grupúsculos Antiquareanos.
-Creo que me lo contó alguna vez
-Ya te digo yo que si –volvió a retomar la lectura- como venganza, un grupo de soldados dirigidos por tu padre recorrió a galope el camino entre Aldovea y Aligaedeas hasta alcanzar el carromato donde se encontraban los supuestos promotores de aquel acto terrorista, en las inmediaciones de Cindela… -buscó resumir su locución- el caso es que llegaron, los apresaron y los metieron dentro del carro y luego lo incendiaron con ellos dentro ¿es así?
-Esa parte no la sabía.
-Ahhh, ¿no?, parece que algunas cosas vienen de familia
-Yo no soy un asesino.
-Pero no niegas que tu padre si lo sea –apuntó
-La guerra cambia a las personas, es imposible imaginar lo que pasaron y lo que tuvieron que hacer para sobrevivir.
-Ya… ya… pero matar a sangre fría sin juicio ni nada… no sé, no sé… resumiendo, se les hizo un consejo y se decidió ocultar este acto para no manchar el bueno nombre del ejército, pero los relegaron de sus funciones. Aquí viene indicado que alguno consiguió escapar y posiblemente informó a sus superiores de lo acaecido, bla, bla, bla… en fin –levantó la vista de los papeles y miró fijamente al chaval- ¿No crees que esos “Hermanos” a los que defiendes quisieran aprovechar la más mínima posibilidad para cargarse a tu padre?
-Supongo que sería posible
-Entonces no niegas que pudieron ser los “Hermanos”, los que mataron a tu padre
-De hecho está dándome la razón cuando le conté lo de aquel tipo que escapó por la cocina.
-En efecto, parece que podrías ser exculpado de todo… -miró con agudeza- salvo por un detalle nimio que en un momento dado puede desaparecer si tu colaboras.
-¿Cuál?
-Aquí también aparecen nombres y amistades tuyas cercanas a los idearios “Hermanos”, ¿no crees que suena un poco sospechoso?, y más sabiendo que tu padre y tu discutíais por tu regreso a su pueblo natal. Alguien podría pensar, que el azar os unió y que compartiendo o no su credo estarías en posición de provechar tus recientes contactos para vengarte de las palizas que te daba de pequeño.
-Eso es una locura sin sentido.
-¿De veras, Nauj?, ¿acaso tu padre no os pegaba palizas a tu madre y a ti, acaso es mentira que le odiabas por todo cuanto hacía y decía?
-No es cierto, está tergiversándolo todo –contestó encolerizado
-¿De veras? –se levantó de su asiento amedrentando al muchacho
-No –gritó
-No lo niegues Nauj, ni se te ocurra mentirme…
-No –volvió a gritar, con el llanto a las puertas
-Maldito bastardo, vas a confesar, me escuchas… vas a confesar –sentenció de forma poderosa
-Es usted un hijo de puta –murmuró con pánico
-Háblame de los “Hermanos”, dime nombres, dime lugares, dímelo todo… y cuando digo todo es todo, se me está acabando la paciencia Nauj y no me querrás ver  con los estribos perdidos
-Yo… -tembló al hablar, volvió a verse desvalido, desnudo y enjaulado- yo no sé nada, por favor, tenga piedad –suplicó con amargura.
-¿Piedad?
-Solo soy un chaval que trabaja en el campo, por Dios, yo no he tenido nada que ver con nada.
-Vamos a tratar de tranquilizarnos ¿De acuerdo, Nauj?... toma un trago de vino… -acercó el vaso- venga… bebe –ordenó y el muchacho obedeció con temblores en las manos
            El cuerpo desnudo, blancuzco y en tensión del muchacho mostraba una espalda recta y bien formada, el cuello grueso, los brazos musculados y las piernas prietas. Manos callosas y frente amplia. La nariz, angulosa sin ser aguileña con tabique recto y pómulos suaves hasta el mentón cual pirámide invertida. Pabellones auditivos pegados a la cabeza y ojos de color marrón oscuro hundidos. Nalgas pequeñas y blancas como la leche, torso liso y caderas sin curva alguna. Sin musculación abdominal, pero de cuero recio y dureza pectoral. Los pies pequeños, cuidados, uñas desgastadas y nuez disimulada. Nunca habría pasado por una escultura de perfecciones anatómicas, pero su aspecto físico se alejaba mucho más de la deformidad. Sin embargo, todo aquel amasijo de huesos, carne y sueños temblaba como un chiquillo. Ningún respeto imponía aquel organismo asustado, escondido, maltrecho y desvencijado. Jeraim podría haber hecho lo que hubiera querido, pero necesitaba más, necesitaba romper las pocas barreras que quedaban. Sabía que podía ser delicado, sabía que al tratar de quebrar sus defensas podía llevarse consigo el alma del muchacho, pero en fin, si eso ocurría, sería un gaje más del oficio. Tenía unas ordenes, claras y concisas. Necesitaba una confesión. Se la arrancaría del cadáver si hacía falta.
-Escucha Nauj, acabo de tener unos segundos para recapacitar. Podría tratar de amenazarte a través de tu familia, de tu “mujer”, de tus amistades, pero creo que voy a intentar por todos los medios de ser magnánimo. ¿Me estás escuchando? –Alzó levemente la voz- No creo que en el futuro te encuentres a otro como yo, los hay que remueven cielo con tierra para traer a hermanos y hermanas, incluso a madres, para violarlos, torturarlos y demás inventos del estilo delante del desdichado y la verdad que no tengo ganas de que pases por eso. De hecho por un pequeño error que hayas cometido tú, no tienen que pagar ellos, en qué clase de país viviríamos si se jugara con esas cosas ¿verdad? –Cambió a un tono más lúgubre- no obstante, problemas desesperados exigen medidas desesperadas, quien sabe si tu familia o Sherae estaban al tanto de tus fechorías, yo no lo puedo saber y tendría que interrogarlas también ¿me comprendes verdad? –No hubo gesto alguno por parte del reo- bien, es bueno ir sentando las bases para que volvamos a reconducir esta conversación. Aun así, tengo permitido el uso de distinto artilugios, inventos y cachivaches como yo prefiero llamarlos, que doblegan la voluntad más férrea que me haya encontrado –se chocó la lengua con el paladar- y sinceramente te veo y tampoco creo que aguantes mucho si ya estás así con la poca caña que te han dado. Todo me vale menos que fallezcas. Estamos en un país civilizados por favor, en que cabeza cave que se pueda dañar a una persona gratuitamente. En realidad, a mí no me gusta en absoluto –escuchó un mascullar- de verdad Nauj, no soporto tanta sangre, ni tanta saña, todos somos humanos, por Dios, también sufro igual que tú, a otro nivel por supuesto, pero claro que sufro cuando me toca trabajar con gente como tú. Pienso para mí, este muchacho, con lo bien que viviría en su casa, con su trabajo, su mujer, un crío algún día, que se yo… como todos, pero claro, todos tenemos nuestros derechos pero también nuestros deberes Nauj, y el mío es aclarar estos casos que pueden mermar la confianza del pueblo en sus gobernantes… -hizo una pausa teatral- La duda es mala Nauj –refirió en un momento dado- no te lleves a engaño, ¿de qué sirve dudar? En esta vida, tienes que tener muy claro todo cuanto te rodea, tus ideales, tus metas, tus deberes y claro está tus derechos. Sé que me dirás que la gente evoluciona y cambia, pero no es por la duda Nauj –soltó una risilla- es por acoplamiento. Las ideas siempre son las mismas, son los ciclos los que cambian, unas veces pensamos de una manera, otras veces de otra, pero a fin de cuentas, siempre terminamos pensando igual. Pero no igual a nosotros, igual a otro que ya tenía esa idea antes que tú. Voy a ser más claro contigo, porque tal vez me vuelvo demasiado filosófico y tu mente no llega, que tampoco pasa nada, de ahí el acoplamiento, cada uno tiene que estar con los de su nivel, es totalmente normal y comprensible, pero a lo que voy… -sopesó las palabras- la duda es un lastre que te impide ver la realidad misma. De qué sirve la duda en las matemáticas, o en los colores, quiero decir, el rojo, es rojo siempre, no cambia por mucho que dudes, dos más dos son siempre cuatro. Se puede llegar a entender que alguien no distinga el rojo del verde, por ejemplo, pero en ese caso no es su culpa, es un problema que tiene que le hace dudar, para eso estamos los que diferenciamos perfectamente los colores para hacerle entrar en razón. La mayoría nunca está equivocada, es pura estadística. Y la estadística pertenece a la matemática, la ciencia exacta por antonomasia. ¿Vas viendo por dónde voy? Cuando uno es joven se equivoca, comete errores, pero con lo larga que es la vida, por qué va a tener que cargar con los lastres de su poca compresión, no es razonable en absoluto. Yo te propongo que dejes de cargar ese lastre equivocado que llevas y aceptes mi ayuda. Te tiendo la mano como un amigo, un amigo verdadero que no te ha engañado en ningún momento –alargó la mano para sujetar el brazo de Nauj- En el fondo sabes que llevo razón, el pueblo Sadiaglano tiene razón y tengo la suerte de poder encauzarte por el camino correcto. Es de sabios rectificar y estoy completamente convencido que tú, Nauj Dantell, eres un chico inteligente que aceptará mi ayuda. Y al final de toda esta peripecia que has pasado me estarás agradecido porque no serías ni el primero ni el último ¿Vale Nauj? –dio unos golpecitos cariñosos.
-¿Exactamente qué quiere que le diga? –cuestionó con aire reprobatorio tras un silencio incómodo
-Cuanto sepas sobre “Los Hermanos” –pudo sentir la victoria acariciando sus labios
-Entonces lo que quiere es que le diga todo cuanto sepa de los Hermanos porque si no le digo nada o sigo insistiendo en que no se nada, usted va a seguir por el mismo camino que llevamos ¿es cierto?
-Veo que vas entrando en razón, Nauj, cosa de la que de veras me alegro, por ti y por mí –una leve sonrisa se le escapó de la boca
-Tengo una duda antes Sargento –comentó sin mayor importancia
-Estaré encantado de ayudarte –la sonrisa apenas perceptible inundó su faz como si hubiera alcanzado una meta lejana.
-¿A usted le gusta la mierda?
-¿Cómo dices? –se sorprendió
-¿Qué si le gusta la mierda?
-Explícate, Nauj –cambió su rictus por uno mucho más serio
-Es que por esa regla de tres que acaba usted de comentar hace un momento, nos tiene que gustar la mierda a todos.
-¿Pero qué dices insensato? –se molestó
-Dos mil millones de moscas no pueden estar equivocadas y seguro que por número son muchas más moscas que personas hay sobre la Sadiagla y claro si…
-Bufón de corte…-escupió con desprecio para impedir que continuara su explicación- ¿Trato de ayudarte y te burlas?, vamos a ver gracia tienes mañana –se levantó de su silla para salir disparado al pasillo- ¡Kafshë! –gritó- llevarlo a su celda, nada de agua, nada de comida y que no duerma en toda la noche –voceó encolerizado- Vamos a ver si eres tan ingenioso por la mañana –miró iracundo al recluso- te esperan unos días muy largos Nauj, así lo has querido y así va a ser.

OLVIDO DE GODARIA - IRA - CAPÍTULO VII




CAPÍTULO VII
            La noche calló sobre Sadiagla, las horas pasaron con la lentitud de la espera sin motivo. El frío septentrional se coló entre los barrotes, inundando la salita de piedra, hasta bañar el cuerpo inerte del preso, como una estatua que comienza a desquebrajarse, hasta tiritar. Los labios amoratados temblaron al compás de unos ojos parpadeantes que suplicaban entre rezos incoherentes y murmullos incomprensibles. La oscuridad se adueñó de todo cuanto rodeaba y el olor a cuerda chamuscada de vela se marchó largo rato atrás.
            La puerta se abrió sin avisar, dos guardias jóvenes, a los que Nauj solo conocía de vista, entraron. Uno de ellos, un muchacho barbado que apenas tendría veinte años, tomó una llave y soltó la cadena que apresaba al reo a la mesa. El otro, cogió una capucha que llevaba en la mano y se la puso al tiempo que le levantaba de la silla.
-¿Qué hacéis? ¿Dónde coño…? –salió de su ensimismamiento al recibir un golpe seco en el estómago que le silenció.
            Sin mediar palabra sujetaron al preso asiéndole por las axilas hasta que pudo incorporarse. Con ligeros empujones, le encaminaron por un pasillo de suelo de piedra similar al de la sala en que acababa de pasar las últimas horas. La capucha le impidió ver por donde caminaba y de cuando en cuando tropezaba con algún saliente, con lo que los dos agentes tenían que auparle para que no callera al suelo.
-¿Dónde me lleváis? –Preguntó aterrado -¿Y el sargento… por qué me cambiáis de sitio…?
-Calla cabrón –respondió uno de los guaridas al tiempo que propinaba otro golpe, esta vez en el costado.
-¿Pero por qué? –Con el hálito entrecortado -¿No he hecho nada? –suplicó con las lágrimas saltadas
-Que te calles hostias- atajó la misma voz de antes mientras tiraba con brusquedad al torcer el camino.
            El estruendo de una cancela metálica interrumpió los pasos. Unos ruedines oxidados chirriaron hasta topar con el ruido sordo de la piedra con el metal y el olor a humedad se palpó en cada respiración huidiza.
            De un empujón introdujeron al muchacho en una celda minúscula. Atemorizado y tembloroso quedó, todavía con el morral en la cabeza, en mitad de aquel habitáculo. Abrazado asimismo agachó la cabeza tratando de orientarse con lo poco que veía a sus pies. El suelo era una losa negra con irregularidades que se clavaban en la planta de las alpargatas de esparto. La penumbra, solo difuminada por el atisbo de claridad que entraba a su espalda, arrinconó aún más a Nauj. Con un tirón liberaron su cabeza y la puerta se cerró delante de él sin apenas tiempo de ver los rostros de sus porteadores.
            Tardó unos segundos en ser consciente de la situación. El Enrejado de barrotes cilíndricos horizontales y contiguos hacía de barrera que daba a un pasillo. A su derecha una cama de tablones mohosos sin ninguna señal que adujera comodidad, en la esquina opuesta, un agujero maloliente en el suelo y en lo alto, a su espalda otros cuatro barrotes partían la uniformidad del muro de piedra a modo de tragaluz.
            Titilante, se sentó en la cama; palpó la fría madera y se agarró a ella con fuerza. Tras unos instantes de desorientación se soltó de la estabilidad del catre y tras mirar al techo de la jaula rompió a llorar, clamando al cielo por su sino.
-Hijo de puta, hijo de puta, cabrón, desgraciado hijo de puta, en qué hora, en qué hora por Dios,  -desató entre improperios e injurias contra todo los divino y lo humano que le había llevado hasta esa celda pataleando y golpeando las tablas que conformaban la cama en la que habría de descansar -¿Por qué me haces esto, por qué? ¿Dios qué te he hecho yo? Esto no es justo, no es justo –se repitió- no he hecho nada por favor –se levantó buscando la puerta en los barrotes que le encerraban- Sacadme de aquí, yo no he hecho nada por favor, -comenzó a gritar al desierto pasillo -Por favor, esto es una error, yo no debería estar aquí, por favor –suplicó entre gimoteos y lamentos –Sacadme de aquí –volvió a vocear con más fuerza- quiero hablar con el sargento Jeraim, por favor, están cometiendo un error –espero algún tipo de respuesta desde algún lado del corredor- por favor, se lo suplico, sáqueme de aquí –tras darse cuenta que no respondía nadie su voz se fue apagando mientras los ruegos y los lloros crecían hasta terminar tirado por el suelo agarrado con la mano a uno de las barras que formaban la reja.
            Las horas siguieron pasando lentamente, y el frío caló hasta lo más profundo de su cuerpo. Como un animal herido, se resguardó en un rincón de  la celda abrazándose a sus rodillas, con la cabeza entre los brazos; desesperado, nervioso y amilanado.
            Un estrépito, disipó el silencio del viento que entraba por la lucerna. Su cuerpo volvió a tensarse. Había alguien cerca. Tendría que escucharle. “Oiga” gritó mientras desentumecía su cuerpo al levantarse.
-Por favor… escúcheme… sáquenme de aquí, esto es un error… por favor… Sargento…Quinti… alguien… vengan por Dios… -siguió repitiendo sus voceos.
-Cállate o te callamos- sonó a su izquierda, a lo lejos de la galería.
-Escuchen… -alguna mínima esperanza corrió por sus venas- por favor… esto es un malentendido, yo no he hecho nada, se lo juro, se han equivocado… por favor, seguro que el sargento….
-O te callas o te callamos, no te lo digo más veces- interrumpió la misma voz
-Pero… es que… yo no he hecho nada, de verdad, seguro que lo podemos aclarar, estoy seguro que el sargento podrá decirles…-unos pasos acelerados caminaron por el estrecho pasillo- esperen, verán yo… -dos jóvenes uniformados de aspecto aseado y cara de pocos amigos abrieron la cerradura de la celda- soy amigo de Quinti, les puedo asegurar que he hablado con el sargento y…-el moreno de los dos avanzó hasta Nauj propinándole un somero puñetazo en la boca del estómago que le cortó la respiración        
El otro agente aguardó tras la reja con la llave todavía en la mano jaleando a su compañero “que se calle de una puta vez”. Por acción del golpe anterior, calló de rodillas al suelo lacerándose las articulaciones. Cuando fue a tomar aire, otro trompazo acabó en el pómulo provocándole sangrado nasal y el desplome hacia un lado. En el desfallecimiento, la cara topó con el suelo, magullando la mandíbula, la otra mejilla y la parte parietal de la cabeza retumbando cada sonido como si de un trueno se hubiera tratado. Se ofuscó e incluso estuvo a punto de perder el conocimiento, pero una patada en el diafragma le devolvió a la realidad. La puntera del pie del guardia se le clavó entre los pulmones. Escupió hasta vomitar, sin respiración y aturdido se escudó instintivamente con los brazos. Llegó la calma, trató de tomar aire.
-Ahora… calladito –se agachó hasta agarrar un mechón de su cabeza y tirar hacia arriba- ¿estamos? –preguntó al linchado.
Los dos agentes volvieron a cerrar la puerta de la celda mientras se marchaban entre risas, por el mismo camino que habían tomado. En el suelo, sintiéndose morir se quedó Nauj, abrumado por aquel maltrato, perdido entre aquellas paredes y dolorido por los cuatro costados.
Las luces del alba comenzaron a entrar en lo alto exhibiendo un nuevo y soleado día. Agazapado y recogido sobre sí mismo como una bola de harapos despertó el recluso. La boca le molestaba al abrir, el estómago tenía cierta dificultad al expandirse y la cabeza le zumbaba igual que un nido de avispas. Los rastros de la sangre derramada por la nariz estaban secos sobre la camisa y el suelo y las ojeras impedían abrir los párpados a la claridad de la mañana. Volvió la realidad, la cruda y maldita realidad que le impedía salir de aquella mazmorra sacada de algún cuento de brujas, aquella realidad imposible de aceptar días antes; incoherente y perversa, aquella realidad indigna, húmeda y fría. Colérica e indiferente. Aquella realidad irreal.
Por un momento creyó estar en su cama, “tan solo fue una pesadilla, últimamente tenía muchas”. Se despertaría en su casa, con Sherae a su lado, las perras a los pies de la cama, la manta suave cubriendo su cuerpo. La chimenea, con las poquitas brasas de la noche para calentarse las manos y despejar el cuerpo. El sonido bullente de la leche en la cocina esperándole, su mujer candorosa con un beso antes de partir al trabajo… “todo había sido una pesadilla”. Sonrió para sus adentros.
Volvió a escupir y notó el bailoteo molesto de un diente a punto de soltarse. La sonrisa se le borró de la cara y apretó la mandíbula hasta sentir el dolor del pómulo. Cerró los ojos con fuerza sin dejar que las lágrimas llegaran a escaparse; Se reincorporó. Miró al frente, a los barrotes que negaban su libertad y la rabia afloró en su ser. Permaneció sentado con la mirada fija en el pasillo, navegando en sus pensamientos. Sus iras, sus venganzas, sus anhelos, su desesperación.
Unos pasos volvieron a escucharse en su dirección a través del corredor. En esta ocasión apareció Pobel portando una bandeja con un vaso y unas hogazas de pan pringadas en aceite. Su mirada transmitió compasión y cierta simpatía. “Toma muchacho, come algo”. Las palabras salían de su boca con esfuerzo, ni siquiera podía mirarle a la cara si bajar la vista. La pesadumbre del hombre con silueta barriguda y aspecto bonachón, luchaba contra la efigie castrista de las canas. “Venga cógelo” Alargó la bandeja con delicadeza por la ranura que había en el suelo de la verja “Ahora vendrán a por ti y necesitas reponer unas pocas fuerzas”. La mirada ausente del muchacho estaba perdida en la infinidad de sus pensamientos. Ni siquiera era seguro que hubiera visto a Pobel, tal vez le dieron un mal golpe, tal vez quedó desnortado. El Cabo se levantó para marcharse cuando Nauj, volviendo de su recogimiento acertó a pronunciar un “gracias”. Pobel le miró y con verdadera lástima en sus palabras habló
-Tu tranquilo muchacho, habla y contesta todo lo que te pregunten y ya está, la ley te ampara aunque a veces sea dura.
-Qué quieres que les conteste si no he hecho nada, han metido la pata, cuando salga se van a preparar. Te juro…
-Tranquilo Nauj, esto se soluciona ya mismo. Tu… estate tranquilo, come algo y luego hablas todo lo que tengas que hablar con el Sargento.
-Gracias Pobel.
El Oficial retomó sus quehaceres. En ese momento, Nauj calló en la cuenta que llevaba casi un día entero sin probar bocado. Las tripas le rugían y los mareos podían estar provocados por la falta de alimento. Sin mediar un momento, se abalanzó sobre la bandeja con su desayuno. Tomó la primera hogaza que había, estaba algo requemada, fría y dura, pero daba igual, el aceite que la embadurnaba, suavizaría la masticación. Una vez se tomó la primera tomó el vaso de leche y lo sorbió de un trago, atragantándose con los restos de pan. Daba lo mismo, el dulzor llenaba su estómago como nunca. Disfrutó del desayuno como no recordaba. Dadas las circunstancias, era lo mejor que le había pasado desde hacía un par de días.
Terminó, y con las mangas de la camisa se limpió la boca. El buche le asomaba por debajo de la ropa y sintió una pequeñísima sensación de bienestar que le evadió por un segundo de su encarcelamiento.
Esta ilusión transitoria duró poco. Al cabo de unos minutos el Sargento Jeraim apareció junto al Guardia que la noche anterior animó al que le había dado la paliza. El miedo volvió a recorrer su espinazo. Con movimientos torpes en inseguros, se arrinconó en su celda aspaventando con las manos.
-No, no… he estado callado, lo juro, no he levantado la voz, de verdad, por favor.
-Tranquilo Nauj, nadie va a pegarte –tranquilizó el de mayor rango- he venido a hablar otro rato.
-No sé nada más, por favor… -exclamó aterrado- suéltenme… yo no he hecho nada, por favor…
Pasando al interior de la celda, el Sargento Jeraim, pareció observar con detenimiento la estancia. Dio unos pasos hasta el centro y miró la pequeña ventana.
-Ya me han contado lo de anoche -comentó de soslayo- No está bien –gesticuló con la cabeza- esta gente se toman las cosas muy a pecho. Lo siento de veras, trataremos que no vuelva a suceder… si me echas una mano, de acuerdo –demandó- La cosa está así; ayer hablamos largo y tendido pero solo llegamos a la conclusión de que tuviste, hasta que en el juicio se asevere a ciencia cierta, algo que ver en la muerte de tu padre.
-No… yo…
-Espérate Nauj, no me interrumpas –aquella frase no sonó como una amenaza, más bien, pareció tener el tono conciliador justo, incluso algún matiz paternalista- sabemos que no eres un mal chico, todo el mundo lo dice, la gente habla y comenta. Ya sabes cómo son las gentes de pueblo. Ahora mismo hay quien está echando pestes de ti, y gente que no se lo cree; “Cómo va a haber hecho eso el chiquillo” y cosas así las están escuchando mis subordinados –relató con cierta ironía- Pero las cosas como son, a mí personalmente me da igual lo que digan unos y otros. El problema de estar aquí es que ya te van a colgar la señal y siempre existirán las dudas. Cosas que no hablarán muy a tu favor en un futuro. Por otro lado, yo, y eso es lo que verdaderamente importa, no tengo ninguna y por consiguiente voy a tratar por todos los medios que no nos hagas perder dinero público en un juicio sin sentido. Estas cosas tienen que ser ligeras, ya me entiendes –miró al recluso con suficiencia y el tono conciliador fue tornándose en amenaza velada- Tienes dos opciones, la primera, contar todo lo que sepas y así tener más fácil la supervivencia en alguna cárcel que no sea muy dura, o bien… -hizo una pausa dramática para mirar directamente a Nauj- hacer un alto en el camino dirección a Antiquarea en una casita que tenemos a la mitad donde nos llevamos a los terroristas. Tú decides.
-¿Terroristas?, pero como coño me va a tratar como un terrorista. ¿Ahora también soy un terrorista? Esto es increíble… esto es de locos… esto…
-¿No lo eres Nauj?
-¿Yo? ¿Pero de que cojones está hablando por Dios?, esto no tiene sentido –replicó totalmente fuera de sus casillas
-Durante la noche de ayer, me llegó una serie de documentos que dicen lo contrario Nauj.
-¿Pero qué documentos, pero de que está hablando, por favor? –comenzó a derrumbarse nuevamente.
-¿Qué sabes sobre los Hermanos?
-¿Qué hermanos, de quién?
-Los Hermanos –repitió con insistencia
-¿Pero de quien me está preguntando?
-Vamos a ver Nauj, si no me ayudas yo no voy a poder ayudarte.
-Pero es que no sé de qué me está hablando –la sucesión en los altibajos emocionales amenazaban con destrozar la cordura del muchacho ante la impasibilidad de su interrogador.
-Vamos a un sitio más cómodo a charlar, donde estemos sentados, ésta situación –señaló con la palma abierta al muchacho- tu ahí tirado y yo de pie, no es de personas civilizadas –negó con la cabeza- ya has desayunado, ahora te vamos a lavar, para que te encuentres cómodo y luego nos sentamos frente a frente como hombres de bien que somos y hablamos sobre “Los Hermanos”, así te da tiempo reflexionar un poco… -detuvo su elocución- ¿No me dirás que no estoy tratando de ayudarte? –Se giró encaminando sus pasos a la salida de la celda- Ir preparándole, esta parte del cuartel huele que da asco y me pone un mal cuerpo insoportable –refirió al Guardia con más entradas que pelo.
-Bueno Nauj, vamos a lío –dijo el centinela mientras le alzaba con menor dureza que la noche anterior- un agüita y como nuevo.
Sin la capucha, pudo ver el angosto pasillo. A mano izquierda diferentes puertas y celdas se distribuían a ambos lados dando a terminar en una escalera de piedra de cuatro escalones que giraba a la derecha perdiéndose en la planta superior. A derechas, un giro siniestro y apenas luz, enfocaba un portalón de madera recio con arco de medio punto. Al torcer la esquina, otro pasillo como el que guardaba las celdas pero más largo; esta vez con apenas un par de aberturas a cada lado, las habitaciones debían ser de mayor tamaño. La sala de interrogatorios tenía que estar cerca por necesidad.
Anduvieron hasta encontrarse a mitad del corredor, todo era simétrico, paredes, suelos, portones, tragaluces. Todo allí daba la impresión de penuria y sequedad. Piedra, madera y hierro se combinaban con pragmatismo mecánico. La sensación era de parquedad, de artificialidad. Cada paso por aquellas galerías se llevaba consigo cualquier rastro de emoción. Ningún color que no fuera el gris o el negro, ningún punto en el que apoyarse para evadirse. Aquel lugar estaba pensado para transitar como alma en pena sin siquiera levantar la vista del suelo.
El Guardia lampiño, tomó su llavero y abrió una sala a su lado izquierdo. Era una sala central, totalmente cuadrada con suelo de losas irregulares de pizarra. En el centro un desagüe terminaba en el alcantarillado de una madrevieja sin salida. El hedor que subía por aquel sumidero se parecía al del vómito después de una noche de alcohol. No había ningún tipo de ventana ni entrada de luz o salida de aire. El golpe de olor  pestilente te golpeaba en la cara como si tratara de huir de aquella estancia, y las caras se giraban arrugándose para evitar tener contacto con aquel tufo.
-Entra Nauj, ahí tienes el agua –señaló dirección a una esquina oscura con una tinaja de barro anclada al suelo por el barrillo formado en el suelo.
El muchacho se dirigió a la tinaja, al pisar se dio cuenta de la forma cóncava del suelo. La ligera inclinación finalizaba en el drenaje, encharcando y humedeciendo el hierro oxidado de los barrotes. Tomó una jarra sujeta por el asa a la boca y la llenó. En el suelo, una bola de pasta macilenta hacía las veces de jabón. Era sucia, rugosa y dura como un canto. La mojó tratando de ablandarla.
Cuando el centinela cerró la puerta, se desvistió con cierto pudor. Aquel lugar extraño y frío podía ser de todo menos confortable. No se descalzó. Sabía de todas las enfermedades que entraban en el cuerpo desde los pies. Cualquier arañazo en aquel suelo podía provocarle dios sabe cuántas dolencias e infecciones. Se echó el agua sobre el cuerpo. Estaba fría, casi congelada. El bello se le erizó y el cuerpo se encogió por la bajada de temperatura. Con movimientos espasmódicos frotó la rugosa pastilla contra su piel y cabellos. Trató de ser meticuloso. El cuello, la cara, las axilas, el pecho, los genitales, el culo, los brazos, las piernas.
Cuando iba a terminar el aseo con las últimas jarradas de agua. La puerta se abrió de golpe y el guardián que le había traído y otro al que no conocía absolutamente de nada entraron entre risas con otro cubo y unas tijeras de esquilar ganado.
-¿Qué hacéis? –se sorprendió
Sin mediar palabra, tiraron sobre su cuerpo el agua más helada que jamás había sentido. Miles de agujas recorrieron su columna y los trocitos de escarcha se le adhirieron al pelo y al cuello. Instintivamente soltó la jarra y se sujetó el pecho dando la espalda a sus atacantes. Sin apenas tiempo de reacción, el desconocido guardia sujetó por los brazos al preso apartándole de la esquina y llevándole al centro de la sala. El otro, soltó el cubo haciendo resonar el eco metálico por toda la sala y con movimientos rápidos sujetó el cuello de Nauj hasta poder raparle como si de una oveja se tratara.
La mano sujetaba el cuello, pero se resbalaba hasta el mentón por los movimientos defensivos del reo. Entre “noes” y “dejadmes” Nauj se vió más apresado aún y más abochornado, casi como un animal. Indefenso y humillado. La mano siguió subiendo hasta la boca, momento en el que por puro acto reflejo mordió al peluquero que le sujetaba.
El golpe en los intestinos fue brutal. Todo el aire que llenaba sus pulmones se escapó dejándole ahogado entre la saliva y el cierre de la garganta. Tosió y de no haber sido por aquel que le sujetaba desde la espalda hubiera caído redondo al suelo.
-Como no te estés quieto te corto los huevos –alzó las tijeras hasta ponerlas frente a sus narices- Hijo de puta el mordisco que me ha dado, como me pegues algo te reviento –y soltó un guantazo más intimidatorio que enérgico.
Con la cabeza rasurada, y desnudo salvo por las chanclas que no se había quitado, le llevaron sala afuera hasta la puerta inmediatamente en frente. Era la misma sala de interrogatorios del día anterior. La luz entraba directamente por el tragaluz, impactando sobre la puerta. Los ojos se le cerraron por efecto y tardaron unos segundos en acostumbrarse. Le sentaron en la silla y le amarraron las muñecas a las cadenas sujetas a la mesa.
Se sintió vejado. Tiritó de frío y de vergüenza. El corazón latía con la intensidad de cientos de caballos al galope. Volvió a verse asolado, volvió a llorar.