Si bien mis pies
descansan
Al filo de la
pesadumbre
El hartazgo no se
espesa
Ni diluye entre
corrientes
Estoy harto por lo
escrito
Por la claridad de
las metáforas
Por el vino
arrepentido
Por la sobra de las
palabras
Harto con el primero
Con el segundo, con
el tercero
Con la labia, y las
sonrisas
Con el pie cambiado
mientras me habla
Estoy harto del
pillaje
De los poemas de amor
robado
De los corazones
rotos
De los buenos que
siempre ganan
Harto por la cobardía
Por la valentía mal
encarada
Por los metros, por los
kilos
Por la altura de mira
en rama
Estoy harto de las
bondades
Del camino y del
destino
De las señales que me
mandan
Y los circuitos
ambiguos
Harto del movimiento
de los dedos
Sobre el teclado y sus
letrillas
De las haches
intercaladas
Y los sentidos “ambivalidos”
Estoy harto del niño
bueno
Del superhéroe y de
sus rescates
De los razonamientos
prácticos
Y la mirada en el
horizonte
Harto de atajos y
mapas
De los años, de
miradas al frente
De levantar la cabeza
Y de poner la otra
mejilla
Estoy harto de los
cinismos
De la redundancia, de
los aforismos
De las ideas con
otras palabras
De esconderme entre
los ritmos
Harto de salvar las
vidas
De nadar por todo, de
nadar por nada
De beber sin previo
aviso
Y tragarme el orgullo
en calma
Estoy harto de la
inocencia
Del agradecimiento,
de la lucha encarnizada
De latir a
trompicones, del abismo
De asomarme solo a la
ventana
Harto, cansado y
agotado
Triste, roto y
desmembrado
Supino, entonado,
lejos
Harto de estar
escondido
Harto que se me
escriba
Harto que no se replique
Harto sin gallardía
Harto que componga
algo
Y ese nadie que no me
siga