Que me queda…
Que se deja atrás cuando la rabia
Que acompaña al infortunio, a la marisma
Que empantana entre el abismo en la caída
Y la nostalgia de los días venideros
Que estremecen sin quererlo
Entre los poros de una piel adormecida
Entre sonámbulos sollozos
Que me queda…
Que escatima el alma tras el paso
Del asombro por las muestras de cariño
Sin retorno que no cesan ni se esconden
Al abrigo de un capricho que no deja
De sentir que siempre es mío
Y sin coraza la cebolla se desgrana
Con la capas de unos lloros que no dejan
Ni dormir, el desperezo….
El camino… la senda y un suspiro en la memoria
Que te duele y que enarbola las cortinas
De un zaguán entre paredes
Sin las puertas con bisagras y el aceite
Que les falta…
Que me queda…
Que refleja la sonrisa y un atisbo de locura
Entre salinas de unos lloros que envilecen
La torpeza de los rectos… del pamplino
Atolondrado entre carteles de algoritmos
Que no entienden que suplico
Y si me sirvo de un respiro…
Una pausa… un respingo en la mañana
Que no llega y que si llega se estremece
Con la aurora que refleja tanto ahínco
Por verter la copa al vino y no al revés
Que me queda…
Si las metáforas se aplastan y sustraen con desventaja
La baraja y una carta que son siete, el rey de picas
La constancia, la berlina y unas ruedas desgastadas
Que no ahondan en la arena, al pasar de los caballos
Y una yegua que recula sin subirse al carromato
Que transporta cada asombro de milagros
Por doquier cuando se miran.
Que me queda…
Si al despiste y a la suma de los pares de un corneto
Por un euro se resisten las hogazas de una barra
Del maíz de las especias y un brújula robada
Al calor de los mastines que me ladran
Por las noches sin vergüenza, sin malicia
Sin la mundana realidad que me salpica
Y me amilana entre la almohada y un cojín
En el sofá que no se atienta, que se pervierte
Y me soslaya los vahídos
de un control
En una tecla que no duerme y me serena
Pero atrasa los relojes de las velas
Que me canta un tal Antonio
Cuando aquel a quien leía
Sonaba aún con mayor destreza.
Que me queda…
Con las palmas por delante, y los ratones
Que deleitan sus placeres con las telas
De unos trajes sin camisa, de los pantalones
Que retrepan al continuo espacio-tiempo
Y un vestigio… los traumas
Las Meninas…
Aquel perro que tumbado solo mira
A las estrellas y que recuerda entre los trazos
Que un velero atropellado solo sabe los “te quieros”
Y termina las faenas como puede…
Como dejan…
Como simple soliloquio entre una muerte
Acostumbrada y una pizca de memoria
En la recámara… en la guantera…
En los viajes que embelesan y encaminan
Con los vientos de otros lares…
La mestiza…
La ventresca de matices al decir
Sin decir lo que no digo…
Y de pesar… que en ocasiones…
Sin hablar… lo digo todo
Sin apenas decir nada
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